Diario de León

La guarda del templo mozárabe

Manuela ha dedicado su vida al cuidado de la iglesia de Santo Tomás de las Ollas, en Ponferrada, una de las joyas más desconocidas del mozárabe leonés. Primero su madre y ahora ella, custodia la llave del templo y lo abre a los turistas que quieren observar de cerca la belleza de una ermita del siglo X que fue sometida a diversas modificaciones hasta el siglo XIX y es BIC desde 1931.

Ponferrada

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Manuela Álvarez Arias lleva prácticamente toda su vida cuidando una de las joyas del mozárabe ponferradino, la iglesia de Santo Tomás de las Ollas. Primero su madre y ahora ella, su familia lleva al menos 65 años custodiando la llave de un templo que hoy día sólo se abre para el culto dos domingos al mes pero al que casi a diario llegan personas deseosas de admirar el interior de una ermita que fue donada por el obispo de Astorga a la comunidad del Monasterio de San Pedro de Montes. La de Peñalba de Santiago tiene más fama, quizás por el entorno en el que está enclavada, pero la que cobija las imágenes de Santo Tomás y la Virgen del Rosario y combina el mozárabe con el románico posterior poco o nada tiene que envidiarle.

De eso sabe mucho Manuela. Es ella misma la que abre la puerta a cada visitante y le explica el contenido de lo que están viendo sus ojos siempre que éste así lo desea. Sino —dice— «guardo silencio». La experiencia de los años ha dado peso a su historia, cuenta detalles que quizás pasen desapercibidos al relato del común de los entendidos. Y es que para ella la iglesia es más que patrimonio. Es su vida. No sólo la abre para visitas turísticas, también cuida su imagen y su limpieza y no se olvida de comprar flores. Todo lo hace con admiración, la misma con la que cuenta la historia del templo, cuya construcción inicial data del siglo X. Después fue sometido a diversas modificaciones, unas más acertadas que otras, que terminaron con la sacristía, del siglo XIX. Un espacio que aún hoy se mantiene como en origen. Es lo único que queda por mejorar.

Sí se han sacado los frescos de una de los muros interiores, en el que se abre el arco triunfal, de herradura. Hace trece años de esto. Algunos son del siglo XVII, otros del siglo XII. Manuela explica por que sólo se conservan fragmentos y lo vincula a la salubridad del lugar, que en su tiempo fue refugio de peregrinos. «Se quedaban a dormir en la iglesia y lo que se hizo fue encalar las paredes para desinfectar. El problema es que no sólo las encalaron, también las rasearon y el cemento, al parecer, absorbió la pintura. Por eso no se conservan más», explica.

El arco de herradura doble que da acceso al ábside en el que se ubica la capilla real es «único», dice Manuela. También la planta es una herradura, no redonda sino elíptica, sobre la que se erigen nueve arcos igualmente de herradura. Pese a ello, la bóveda no tiene nueve lados sino once. Sólo una ventana de gran tamaño añadida en el lado sur del ábside rompe la armonía mozárabe del mismo. Fue una de las modificaciones posteriores que se hicieron en esta iglesia del siglo X declarada Bien de Interés Cultural en 1931. En origen, la ermita de Santo Tomás estaba formada únicamente por una nave rectangular donde hoy se sientan los fieles y el ábside que hoy día es la joya del conjunto. Fue en el siglo XVI cuando se añadió a la estructura una capilla rectangular en el muro norte de la nave donde reposa el retablo del mismo siglo que fue restaurado hace ahora dos años.

En el XVII la nave fue rebajada —la altura original era la misma que la del ábside— se eliminó la bóveda de medio cañón con artesonado de piedra y fue sustituido por un artesonado mudéjar de madera que después dio paso a la estructura actual, también de madera. En el XIX se construyó la sacristía. No obstante, los cambios empezaron mucho antes. Ya en el siglo XII el arco de herradura que daba forma a la puerta principal fue sustituido por un arco románico de medio punto sin decoración.

Lo que sí se ha respetado en cada modificación, también cuando se colocó la pizarra del suelo, son los restos óseos que reposan bajos sus cimientos y cuya identidad Manuela asegura desconocer. Lo que sí conoce la guardesa de este templo del mozárabe leonés es la fecha a la que pertenece la pila bautismal de piedra y sencilla en la que aún hoy reciben los niños el sacramento. Es del siglo XII y llama la atención, como el conocimiento que de ello tiene Manuela, que guarda la llave en el número 7 de la plaza de la Iglesia de este pueblo de Ponferrada.

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