Mencía con coordenadas
De un paraje donde se cultivan cepas centenarias, ubicado entre Arganza y San Juan de la Mata y cuyas coordenadas son N 42o 38’ 25.6’’ O 06o 41’ 09.6’’, brota un mencía que habla de esa tierra. ‘Val de la Loba’, a punto de llegar, es un vino de lugar orgulloso de serlo..
V iñedo antiguo, de una tierra donde se cultiva la Mencía desde hace siglos, de una extensión delimitada, de un lugar concreto y que nos habla de ese suelo, de si el invierno fue helador, de si cuidamos con cariño y esmero la cepa...». Val de la Loba , que aparecerá en el mercado en los próximos días, es un vino de paraje singular que transmite esa identidad de la tierra, su carácter y el orgullo de ser de allí. No tenía la bodega un vino así, porque siempre definió al Pittacum Áurea como un tinto de finca, concretamente de Areixola, aunque en realidad el alto de gama es también un mencía de autor con todos los honores. Es otra idea. El punto de partida son cepas centenarias —su ubicación figura en coordenadas en la etiqueta— en suelos francos en pendiente, bien drenados, con fertilidad moderada, vigor contenido y una correcta maduración en un verano que fue suave, con temperaturas frescas e incluso rocío para satisfacer las necesidades hídricas de la planta. A partir de la selección en viña y en bodega, despalillado sin estrujado y veinte días de fermentación con bazuqueos sin remontes para hacer una extracción selectiva y preservar el carácter frutal. Doce meses de crianza en roble francés de segundo uso y apenas dos de permanencia en botella antes de que, ya de inmediato, aparezca en el mercado contraviniendo, ahora sí, los criterios defendidos por la dirección de la bodega para sus otros tintos, con largos reposos que incrementan el inmovilizado en los jaulones. Se trata, en fin, de un mencía de menor fortaleza tánica, fresco, suave y muy varietal, con una extraordinaria carga frutal, pero liviano y que se puede beber con facilidad incluso sin llevarlo a la mesa. Pese a todo, tiene una alta acidez que sin duda posibilitará una buena evolución. Y tiene también un tope de producción: 15.000 botellas y sólo en añadas en las que la vendimia garantice la más alta calidad.
Su llegada a la gama de la bodega permitirá reducir la producción de su vino de referencia, el Pittacum , para situarlo en cien mil botellas por añada, darle el valor que merece y sacarlo de la bodega en tres años a partir de su elaboración. Por el contrario se incrementará el volumen del Petit Pittacum a 185.000 botellas el de la añada 2015 y hasta 300.000 en el plazo de tres años. La experiencia con este básico —mencía de varias procedencias con dos meses de barrica— no ha podido ser más positivo para la bodega, sin duda porque la marca estaba hecha.