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El versalles asturiano

Cudillero se ha convertido en uno de los puertos más pintorescos con un singular anfiteatro de viviendas que se observa, espectacular, desde el mar

Cudillero, uno de los puertos más pintorescos, con un singular anfiteatro de viviendas

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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L es anticipo que el paisaje mágico es el mejor aval de toda la costa occidental asturiana, que empieza precisamente en Cudillero, uno de los puertos más pintorescos con un singular anfiteatro de viviendas que se observa, espectacular, desde el mar. Lo escribe Faustino F. Álvarez: «Un milagro de la naturaleza. La vertical más pura y más humana de toda la geología asturiana. Las lanchas más brillantes y más marineras. Los peces de mejor acero. Las redes y los ritos de mayor tradición pescadora…».

A Cudillero viajamos. Y a El Pito. Dos puntos apenas separados por un par de kilómetros. El orden es lo de menos, aunque este viajero, que llega desde Avilés —veinticinco kilómetros escasos— empiece en el segundo. Lo hago por la antigua carretera nacional, cuyo recorrido permite aún comprobar piezas de la arquitectura tradicional, casas mariñanas, de indianos, paneras, pajares… o detenerse en algún rincón que dé vista a paisajes, mar y playa.

El Pito es una pequeña pedanía del concejo de Cudillero, que cuenta en su haber con uno de los palacios más hermosos del norte español, elogiado por muchos como «el Versalles de Asturias». Es el Palacio de Selgas, construido por los hermanos Ezequiel y Fortunato de Selgas, que habían hecho gran fortuna en Madrid, entre los años 1880 y 1895. En el pueblo que los vio nacer. De corte neoclásico, sus fachadas anterior y posterior están precedidas por notables jardines de gusto francés, con llamativas puertas monumentales. Trajeron de Versalles, según es tradición constatada en la comarca, al jardinero, algunos de cuyos descendientes han plantado por aquí sus reales. Hoy regido el Palacio por una Fundación, se puede visitar durante los meses de julio, agosto y septiembre. Y bien que merece la pena, pues en su interior alberga, además del mobiliario de época, un verdadero museo: relojes, porcelanas, escultura, pintura…, con obras, en este último caso, de prestigiosos artistas, como Luis de Morales, El Greco, Goya —aquí está su primer cuadro conocido—… No olvide, por supuesto, el pabellón de tapices, espléndidos, ni el museo escolar, cuyos objetos provienen fundamentalmente de las escuelas fundadas por la misma familia, al lado de la Quinta, en 1905, un verdadero impulso educativo y social para la comarca, con enseñanza de idiomas y comercio en aquellos tiempos. Convertidas hoy en I.E.S., un monumento frente a la fachada se erige en recuerdo y gratitud a la familia benefactora.

No debe olvidar tampoco, ahora ya fuera del recinto palaciego, en un paseo grato por el entorno, muy cuidado, la iglesia de Jesús Nazareno, diseñada y financiada por ellos mismos —también la Casa Rectoral, hoy cuartel de la Guardia Civil—, construida entre finales del siglo XIX y los primeros años del siguiente e inaugurada en 1914. Siguiendo criterios románicos, son notables sus imágenes y vidrieras, aunque lo que más llama la atención es, sin duda, la cripta, con el altar religioso más antiguo de España (siglo VIII). Como curiosidad, este altar fue comprado por Fortunato en 1905 en una taberna de Pravia, donde era utilizado como mesa.

Las referencias básicas de cualquier viaje ofrecen siempre, como no puede ser de otra forma, para poder elegir. Tomadas las propias decisiones con las posibles variantes personales, el viajero que cuenta decide poner rumbo a Cudillero, tan cerca y tan cercano.

Anticipo que es el momento para contemplar y callejear. En pocas ocasiones hay tantas razones como aquí. Lo que ocurre con frecuencia es que las razones aparentes, reales sin duda en este caso, ocultan motivos también importantes. Esa es la razón por la que me siento obligado, entiéndase, a marcar la ruta de dos que se encuentran al paso de la calle que vertebra la población en el descenso hacia el mar.

La Capilla del Humilladero es el primer motivo. Hoy Patrimonio Cultural de Asturias, el edificio más antiguo de la villa se remonta al siglo XIII. Cuenta con un una de las bóvedas estrelladas góticas más hermosas del Principado y fue siempre un lugar sagrado y venerado por la marinería, que buscó protección y amparo ante su Cristo. Lo saben muy bien los pixuetos —anote el gentilicio—, que vieron además cómo a lo largo de la historia se resolvieron allí también asuntos de derecho y llevar a los reos en vísperas de su ejecución.

La iglesia de San Pedro, patrono de la localidad, es de mediados del XVI. Nave única con dos capillas laterales. Puede subrayar algunos retablos y tallas.

Hechas las pertinentes advertencias, es hora de recorrer las calles de este pueblo tan atractivo con una larga historia vinculada al mar y la pesca, con algunos ejemplares de referencia, caso del curadillo, que así llamaron por aquí a la lija (gata). La Plaza de la Marina, centro neurálgico, es el punto de partida para caminar por el puerto. Además de ver la entrada de barcos y la descarga del pescado, por la tarde, puede encontrar sitio para aparcar si llega en coche.

Las recomendaciones, insistentes en este caso, se centran en recorrer el entramado de callejuelas y perderse por el casco histórico-artístico. Recuerde un color: el azul, que enlaza con el rojo y el verde, que simbolizan o señalan tres recorridos —de los vigías, de la espera y los barrios pesqueros— ofreciendo en el trazado de esta ruta de los miradores —Cimadevilla, la Atalaya, la Estrecha, el Pico, el Contorno, el Baluarte…— vistas espectaculares, de una plasticidad, paisajística y humana, realmente asombrosa. Insisto, como siempre: no olvide los prismáticos y, sobre todo hoy, la cámara fotográfica. Disfrute, ahora a la inversa, de uno de los puertos más pintorescos desde el corazón del anfiteatro, privilegiado.

No sé qué tiene previsto. Cudillero es un buen lugar para comer. La gastronomía pixueta tiene donde elegir, aunque la singularidad tiene nombres propios: pescados y mariscos crustáceos, productos de la huerta, ternera de la región, curadillo —pescado de la familia del tiburón, curado al sol— y los buchos —callos de merluza—. Unos culines de sidra asientan siempre muy bien. Que aproveche.

Un último apunte.

Si su viaje coincide con las fiestas de San Pedro, el 29 de junio tiene lugar una de las tradiciones más singulares de nuestra geografía: l’Amuravela , un sermón laico que en realidad es una crónica en verso de los acontecimientos más notables ocurridos durante el año en la villa y el mundo, llena de mordacidad, gracia e ironía. Fiesta de Interés Turístico Nacional, la tradición se remonta al año 1569, con algunas interrupciones históricas y mil anécdotas, disputas y polémicas.

Sobre una barca fuera del mar, varada en la plaza, después del sermón —este año cargó contra la corrupción y el trato a los refugiados—, la persona encargada de pronunciarlo, en pixueto —también dialecto del asturiano hablado aquí exclusivamente—, se dirige al santo protector para solicitar su amparo hasta el próximo año.

Los viajes siempre están cargados de sorpresas. Disfrute de unos y de otras.