Donde reina el silencio
Dice la leyenda que San Genadio mandó callar al río para poder meditar y de ahí el nombre del valle; el valle de Silencio, de Peñalba y de Montes; el valle que es capaz de enmudecer a todo aquel que lo visita, por la belleza de un paisaje especialmente mágico cuando caen las primeras nieves; el valle custodiado por la Aquiana
Si ya en el siglo X eremitas como San Genadio buscaron la paz de esta valle para poder meditar, es porque este basto terreno, vigilado desde las alturas por el Pico Aquiana y flanqueado por los Montes Aquilianos, ofrece a quien lo pisa una experiencia única. El valle del Silencio se llama porque, según cuenta la leyenda, el propio San Genadio mandó callar al río para poder concentrarse en su rezo. Silencio, porque todo el que llega hasta él enmudece por la belleza de un paisaje labrado por la naturaleza y mejorado por la mano del hombre en pueblos como Peñalba de Santiago y Montes de Valdueza.
Parte también de la Tebaida Berciana, este majestuoso valle del municipio de Ponferrada es capaz de detener el tiempo y acentuar los sentidos del visitante. En él reposan tesoros patrimoniales como la iglesia mozárabe de Peñalba, único vestigio que hoy queda del monasterio fundando por San Genadio en el siglo X. Terminada de construir en el 937 por el abad Salomón, fue escolta de la famosa Cruz de Peñalba que es símbolo del Bierzo, aunque custodiada fuera de las fronteras comarcales. Sobresale en esta construcción la puerta de entrada, de doble arco de herradura, y los restos de pintura mural decorativa que se conservan en el interior.
Mención especial merece también el Monasterio de San Pedro de Montes, fundado por San Fructuoso en el siglo VII y actualmente en rehabilitación. No menos destacable es tampoco la arquitectura civil; construcciones de piedra y pizarra con amplias balconadas de madera que en Peñalba siguen un patrón marcado que le ha valido a esta localidad el reconocimiento como uno de los pueblos más bonitos de España.
El mero viaje hasta alguna de estas pedanías puede ser considerado ya una recompensa, atravesando el valle del Oza, con el río como guía en buena parte del trazado y entre una frondosa vegetación autóctona espectacular cuando arranca el otoño y mágica cuando empiezan a caer las primeras nieves. El valle del Silencio es el lugar perfecto para quienes aman la montaña y gustan perderse en ella. Hay alternativas para todos los niveles de preparación. Accesible y muy recurrida es la ruta que, desde Peñalba, llega hasta la Cueva de San Genadio, donde el eremita se refugiaba del mundanal ruido para hablar consigo mismo.
No hace falta ser monje ni religioso, tan siquiera creer en algún dios, para entender lo divino del valle enmudecido.