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La recomendación de... Roberto Fernández fernández, director del museo de la minería y la siderurgia de Castilla y León

La catedral del hierro

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León

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Anochecía cuando el viajero detuvo su caballo en lo alto de la loma que daba acceso al valle. Llamó su atención un gran resplandor rojizo que llegaba del fondo y varias columnas de humo que se mezclaban con las nubes negras de aquella noche fresca de verano en la montaña de León. Bajó despacio por la ladera en busca del incendio que sin duda estaba arrasando el corazón de aquel valle, pero lo que vio en nada se parecía a lo que imaginaba.

Decenas de personas iban de un lado para otro con un frenético ritmo de trabajo, arrastrando vagonetas llenas de mineral, cargando con pesadas piezas de metal, entrando y saliendo de un impresionante edificio de piedra y ladrillo que ocupaba todo cuanto alcanzaba a ver, iluminándose con la luz tenue de pequeñas lámparas de aceite y el resplandor que desprendían los dos grandes hornos altos que imponentes vomitaban ríos de hierro fundido.

Aquella imagen que vio el viajero a mediados del siglo XIX ya no es posible verla hoy, o tal vez sí. Solo es necesario viajar al Valle de Sabero y dejarse llevar por la imaginación al traspasar la puerta del Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León.

Este centro, que alberga la memoria de la siderurgia y la minería de la comunidad, ocupa lo que en su día fue el taller de forja y laminado de la Ferrería de San Blas, un impresionante edificio de estilo neogótico, que recibe el sobrenombre de La Catedral del Hierro. En su interior, una cuidada restauración, que incluye la reposición de muchos de los elementos y las máquinas de la primitiva fábrica, y una acertada visita guiada, consiguen que el visitante descubra la apasionante historia de unos visionarios que trajeron la revolución industrial a nuestra provincia y el duro trabajo de aquellos obreros que contribuyeron al desarrollo del país desde este rincón de León.

Aquel sueño industrial apenas duro dos décadas, pero dio paso a una no menos interesante historia minera que durante más de un siglo marcó el territorio del Valle de Sabero con bocaminas, escombreras, lavaderos, castilletes y un sinfín de testimonios mineros que el visitante podrá conocer con las indicaciones precisas del personal del museo. Todo ello rodeado de una naturaleza privilegiada que ya anticipa que nos encontramos a la entrada de los Picos de Europa.

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