Diario de León

Puerta al desierto

En la antesala de un desierto, la ciudad de San Luis Potosí se impone majestuosa y hace alarde de una bella arquitectura, heredera de un pasado colonial. Patrimonio de la humanidad desde 2010, se enclava en el Camino Real de Tierra Adentro, una ruta comercial que conectaba a la actual capital mexicana con el sur de lo que hoy es Estados Unidos.

MARIO GUZMÁN

MARIO GUZMÁN

Publicado por
Martí Quintana Badosa
León

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F undada en 1592 por los españoles, San Luis Potosí tomó el nombre de la localidad de Potosí de Bolivia, con quien compartía minas de oro y plata. A 425 años de su creación y en medio de un paraje árido, que sirve de puerta al desierto del norte mexicano, la ciudad no ha perdido un ápice de su esplendor colonial.

Sosegada, cuidada y con una agradable temperatura buena parte del año, el centro histórico de la ciudad es, desde 2010, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como parte del Camino Real de Tierra Adentro, una ruta comercial de 2.560 kilómetros de longitud que empezaba en Ciudad de México y terminaba en Santa Fe, Nuevo México.

La Plaza de Armas es uno de los puntos indispensables en toda visita a esta urbe. En uno de los lados se ubica la Catedral Metropolitana, de estilo barroco y construida entre 1670 y 1730. En su interior guarda varios tesoros de arte sacro, como las esculturas de los doce apóstoles. A unos metros, aparece imponente el Palacio de Gobierno, coronado con un reloj del 1910 que festeja el centenario de la Independencia y en cuyos salones se describen importantes momentos de la historia de México.

A apenas unas calles se encuentra la Plaza de los Fundadores, otra de las joyas de San Luis Potosí porque, en sus alrededores destacan construcciones indispensables para el crecimiento de la ciudad, como el Edificio Central de la Universidad, que ocupa el inmueble que los jesuitas construyeron para su colegio en el siglo XVII. También la Iglesia de la Compañía y Capilla de Loreto, cuya llamativa fachada es un claro ejemplo de barroco salomónico.

En el nutrido centro histórico, que puede visitarse con tranquilidad y junto a sus museos en un fin de semana, también destacan zonas verdes como el Jardín de San Francisco, con un templo en uno de sus laterales colmado de obras pictóricas y escultóricas y una sacristía digna de admirar.

En otra esquina del centro histórico se halla el templo del Carmen, un notable ejemplo de barroco mexicano. En el jardín del mismo nombre se halla también el insigne Teatro de la Paz, un edificio de estilo neoclásico construido a finales del siglo XIX, que acostumbra a acoger actividades culturales.

Algo más alejado, se encuentra el Parque de Tangamanga, con más de 400 hectáreas de espacios naturales y que cobija el Museo Laberinto de las Ciencias y Artes en su interior, así como la bonita Calzada de Guadalupe, un adoquinado trayecto en el que se encuentra el Centro de las Artes, la Caja del Agua y el Santuario de Guadalupe, que todavía conserva una de las torres más altas de la urbe, de 53 metros.

La capital de San Luis Potosí cuenta con muchas celebraciones autóctonas y una cultura y gastronomía con marcado acento local. Por ejemplo, en época de vacaciones tiene lugar la llamada ‘fiesta de la luz’, en la que los edificios más emblemáticos de la ciudad se convierten en obras iconográficas a partir de juegos de luz.

Durante todo el año San Luis Potosí goza también de una rica gastronomía con platos tan típicos como las enchiladas potosinas, hechas con masa de maíz mezcladas con chile rojo y servidas con fríjoles refritos, cebolla, queso, crema y guacamole. O unos deliciosos tacos potosinos, que se rellenan de queso y se sirven con lechuga, zanahoria y patatas.

La ciudad de San Luis Potosí puede ser solo el comienzo para descubrir este homónimo estado que ofrece una variedad de paisajes y culturas. En la llamada Región Altiplano se halla el pueblo Real de Catorce, una antigua localidad minera que fue fundada en 1778 y supone una de las mayores atracciones turísticas de la región. Ese enigmático espacio es también famoso por ser lugar de peregrinación de visitantes de todo el mundo que buscan entrar en contacto con el peyote, una droga natural potente y famosa por sus cualidades alucinógenas. Para llegar a él se cruza el túnel de Ogarrio, una impresionante obra de ingeniería perforada en roca maciza. Alrededor de este bonito enclave se hallan planicies semidesérticas y elevaciones que rozan los 3.000 metros de altura. Ahí se encuentran varias localidades como Alamitos, Potrero o La Luz, que, salvando algunas distancias, te transportan a paisajes propios de películas del lejano Oeste.

En la llamada Región Media sobresale Ríoverde y el Parque Estatal Media Luna, el manantial de mayor importancia desde el punto de vista científico, turístico y ecológico del estado, con una temperatura que oscila entre los 27 y los 30 grados centígrados todo el año, ideal para bucear. Una de las joyas escondidas del estado es la Huasteca Potosina. Inmersa en la Sierra Madre Oriental, una de sus localidades más importantes son Ciudad Valles y Xilitla. Cascadas, cuevas y ríos se conjugan con una frondosa vegetación para hacer de esta región uno de los lugares más mágicos de México. Entre estos, destaca el sótano de las golondrinas, uno de los abismos naturales más profundos del planeta y que es hogar de miles de pájaros, que lo utilizan de guarida y que, al entrar y salir, ofrecen un hermoso espectáculo.

Otra de las maravillas es el Jardín Surrealista de Sir Edward James, con 36 extrañas estructuras en medio de una exótica vegetación, fruto de la imaginación apabullante de este millonario, poeta, escultor y mecenas que, a mediados del siglo XX, quiso convertir este espacio en su particular edén.

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