Diario de León

En nombre de mi padre

El último proyecto vitivinícola en el Bierzo nace desde la nostalgia, la emoción y el homenaje, pero también de la simbiosis de un legado vitícola de incalculable valor y de la sabiduría enológica en aportaciones compartidas..

Elva García Amigo, en una de sus parcelas de Los Fornos, uno de los parajes más singulares y envidiables del viñedo berciano. B. FERNÁNDEZ

Elva García Amigo, en una de sus parcelas de Los Fornos, uno de los parajes más singulares y envidiables del viñedo berciano. B. FERNÁNDEZ

Publicado por
RAFAEL BLANCO
León

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A níbal García tuvo dos pasiones irrenunciables que condicionaron su vida y a las que se entregó sin reservas: la viña y el pueblo de Otero, por el que trabajó durante decenios y al que, desde su condición de servidor público, puso por delante en la consecución de servicios que no tenían otros del entorno. Recuerda su hija Elva, con sólo siete años cuando él se fue, cómo araba las viñas de los abuelos con una pareja de bueyes. Es para ella una imagen imborrable. Metódico, exhaustivo, obsesivo con el orden y la limpieza de las fincas y autodidacta y avanzado a su tiempo en la idea del laboreo, esos valores acabaron siendo transmitidos a quien hoy los asume, por la vía del recuerdo y con el peso de la nostalgia, en sincero y agradecido reconocimiento. «Se me quedó ahí, clavado en la memoria. El conocimiento que tengo de la viña viene de lo que le escuchaba a él y de lo que le veía hacer», recuerda Elva, con uve porque también él lo quiso así. Hoy se sentiría orgulloso de ver cómo las viñas están como a él le hubiese gustado y el vino, que disfrutaba desde el misticismo, aun siendo distinto, tendría su segura aprobación y, sin duda, un emotivo elogio.

Quiso Elva García Amigo, desde su generosidad y la justicia filial, recordar a su padre en la razón social de esta cabal iniciativa enológica —Hija de Aníbal—, uniendo a su nombre en el vino —los vinos— la mención del pueblo en y para el que vivió, de manera que Aníbal de Otero no puede entenderse como proyecto y como resultado enológico fuera de los límites de la honestidad, el homenaje, los sentimientos y la satisfacción de haber dado por fin a las viñas y a tan buena uva un destino justo y de ver cumplido un sueño durante años contenido en la memoria.

La aportación de Elva como viticultora tiene el adecuado complemento en la labor de José Hidalgo Togores como ideólogo. Pepe Hidalgo, que como tal es conocido este profesor y enólogo, aceptó el reto desde la fascinación que le produjo la viña. En realidad, las viñas: más de una docena de pequeñas y viejas parcelas —300 metros cuadrados una de ellas, con cepas de hasta 150 años— ubicadas en Los Fornos —un paraje envidiable muy cerca de Otero, con arcilla y pizarra en el suelo— y Las Campas —arcilla y cascajo—, entre Parandones y Valtuille de Abajo. «Yo le proporciono la mejor uva y él hace el mejor vino», resume Elva. De momento un Bacchus de Plata avala el éxito del apasionado y todavía incipiente empeño vitivinícola de la hija de Aníbal.

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