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DESTINOS / CONOCER

El camino dos veces elegido

Dicen que es el camino dos veces escogido por Dios. Una para ir hasta la reliquia de la cruz en Santo Toribio de Liébana. Otra, para llegar a Compostela. Una ruta mágica entre paisajes increíbles que atraviesa León por el territorio de los vadinienses, la tribu rebelde que plantó cara a Roma en las montañas del Norte para no ser esclavos. Tierra libre que humanizaron los hombres hace mil años. Territorio que se reivindica en esta senda

El Puente del Mercadillo sobre el Esla, en Cistierna, que forma parte de la ruta del Camino Vadiniense. FOTOLUISMA

León

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Es antigua esta senda. Una vereda transitada desde hace milenios. El Camino Vadiniense, la ruta que seguían los peregrinos que venían por el Camino del Norte y se desviaban de la costa por San Vicente de la Barquera buscando la protección de monasterios y ermitas, trazando quizá sin saberlo una vía nueva, rastreando caminos de interior más seguros, huyendo de pillos y vándalos y quizá de las incursiones vikingas, documentadas ya en el año 844, contados sus desembarcos, el arribe de sus navíos a las costas cantábricas descrito por los historiadores árabes como ‘pájaros marinos rojinegros’, recontadas las 54 naves que atracaron en el puerto de Gijón, se aventuraron por la ría de Arosa y llegaron luego a pie, cuentan las crónicas, hasta Villadangos, a las puertas mismas de León.

Es senda de paz la ruta Vadiniense, el camino dos veces elegido por Dios. Por él llegaban los peregrinos hasta Santo Toribio de Liébana para asombrarse con el Lignus Crucis mayor de la cristiandad, dicen que la reliquia más grande que se conserva del santo madero en el que fue cruficado Jesucristo. Y de ahí, pasando por los concejos históricos de Valdeón, Boca de Huérgano, Riaño, Crémenes, Sabero, Cistierna y Gradefes, por el Puerto de Pandetrave hasta Portilla de la Reina, bajando por el desfiladero del Esla, por los valles del Porma, Sella, Cares, el Cea, por Portilla de la Reina, Cistierna, Gradefes y San Miguel de Escalada hasta Mansilla de las Mulas para enlazar con el Camino Francés hasta Compostela.

Durante siglos fue así. Y mucho antes, también. Pues cuenta la tradición oral que el camino lo trazaron paso a paso las tribus de Vadinia, mucho antes de que llegaran los romanos y se apropiaran de todo, la senda incluida. De los rebeldes se saben sus costumbres, que quedaron descritas, con asombro y estupor, en las crónicas de la conquista romana. Vivían en el territorio de Vadinia, del que se sabe poco pero sí que era un conjunto de castros, el más importante de ellos el de Los Vallinos, en Sabero. Eran una de las ocho tribus de la Nación de los Cántabros. Se alimentaban de pan de bellotas, bebían sangre de caballo, mandaban las mujeres, defendían su territorio a fuego y preferían morir envenenados con la taxina del tejo, su árbol sagrado, antes que caer prisioneros y vivir como esclavos. Dirigidos por un jefe y un consejo de ancianos, lucharon contra la dominación romana con fiereza antes de caer derrotados por las legiones de Roma entre el año 29 y el 19 antes de Cristo.

Se empeñó el emperador Augusto en someterlos y libró una guerra en las montañas con una batalla campal en Bergida, quizá Valverga-Baldeburón, hasta exterminarlos en el Monte Vindio, en el macizo de Picos de Europa, tal vez Peña Prieta o Peña Santa. Sometidos y romanizados, arrinconaron su idioma y escribían y leían en latín, pero nunca olvidaron su raíz indígena y guerrera.

Esos castros, que habían sido refugio de rebeldes, quizá también de los huidos de Lancia, se convirtieron en pequeñas urbes que dieron cobijo a los cristianos empujados de sus tierras por las invasiones musulmanas. A ellos llegó la cultura grecolatina, que cultivaron en preceptorías, pequeñas ‘universidades’ de la Montaña en donde se educaron varias generaciones y algún sabio. Y en ellos se combatió por mantener, frente a Castilla, su pertenencia a la diócesis y el Reino de León. De ahí que esta tierra, que es territorio de conquista, lo sea también de derrota. Y, sin embargo, respira libertad.

Un caminante en el Pajar del Diablo en Valdoré, parte de la vía romana con la que las legiones conquistaron y pacificaron Vadinia. FOTOLUISMA

Si el caminante se adentra en esta senda, descubrirá paisajes que se mantienen casi intactos desde hace milenios. El mismo horizonte que vieron cántabros y astures, romanos y visigodos, musulmanes y cristianos. Pisarán antiguos caminos, hechos por pastores o empedrados por Roma, verán castros castiellos alzados en lomas de defensa a modo de castillo, ermitas, cerros y coronas, atravesarán pastos de alta montaña, cañadas, puertos y quebradas, desfiladeros y angosturas y se adentrarán por la vereda de silenciosos bosques de roble y tejos, los árboles sagrados de Vadinia bajo cuya sombra se han celebrados concejos abiertos, se rondaba a las mozas casaderas, pues era costumbre en San Juan dejar una ramita en la ventana de la amada, y se ha rendido culto a la vida y la muerte, porque mata su veneno y a la vez es medicina contra el cáncer y para el corazón.

Es historia ese camino que pisa sobre el empedrado auténtico de la calzada romana del Esla, la Vía Romana de la Conquista, el Camino Real, la Ruta del Esla, el Camino de los Carros, la Vía Saliamica, la Ruta Vadiniense que se llama el Pajar del Diablo en Villayandre, el Escobio de Remanganes en Crémenes o San Roque en Las Salas y que cuentan los lugareños que esta sí, esta sí es romana pues nadie del lugar la hubiera trazado tan pegada al nivel de la corriente, ningún nacido aquí habría dejado que la crecida del río de montaña la anegara obligando a los caminantes a desviarse por el puerto del Pando, nadie de Vadinia la hubiera labrado allí, así que sí, tiene a la fuerza que ser calzada romana, hecha en tiempo de campaña.

Por ese empedrado pisará el caminante. Por ese y por un camino que habla de una herencia de tradiciones milenarias, de vida en común, de concejos abiertos y propiedad comunal, de odenanzas concejiles, de fancederas y suertes, de ramos, mayos y aluches, de chorcos y neveros, de pastos y pastores, de lobos y ovejas, de osos y mastines, de devesas y majadas, de desaparecidas trahumancias, de viajes de carretas cargadas con viandas de montaña en busca de la riqueza de los páramos y llanuras de León.

Si el caminante pisa esta senda, se adentrará en un legado ancestral que es encomienda de los antepasados. Una vida de montaña labrada contra todas las dificultades. La ruta espiritual de Vadinia, donde viven sus dioses y sus hombres. El camino donde se reivindica esta tierra.

La Senda de Remoña, que une Pandetrave con Fuente Dé, con el macizo central de Picos de Europa al fondo. FOTOLUISMA

Portilla de la Reina. FOTOLUISMA

Arte en le Camino Vadiniense. FOTOLUISMA

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