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Un mencía en pubertad

Quince años en el mercado con un volumen de ventas en crecimiento confirman al ‘Cepas Viejas’ como un mencía de éxito y perdurable y una referencia inevitable del vino berciano y de su historia contemporánea.

Rafael Somonte, director técnico y enólogo de Dominio de Tares, inspecciona la uva en una parcela durante la pasada vendimia. DL

Publicado por
B. Fernández
León

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Es el paso de la infancia a la edad adulta, coincide con la madurez sexual y suele ocurrir entre los 10 y los 15 años. Aunque no estrictamente, la definición de pubertad que recoge el diccionario bien podría aplicarse al Cepas Viejas . El tinto más célebre del Bierzo, el que cuando emergieron los nuevos vinos puso nombre propio —el suyo— al mencía comarcal, el que distinguía el buen gusto de quien lo pedía con la certeza de no errar y hacía aflorar el orgullo del que gustosamente lo servía seguro de no decepcionar, cumple estos días quince años. Y aunque brota de viejas cepas de en torno a 85 años de edad —o más bien precisamente por esa razón—, tiene la vitalidad, la frescura y el descaro de un jovenzuelo inquieto y la sabiduría, el sosiego y la templanza de un venerable anciano.

Pionero en el trabajo en crianza y en la apuesta generalización por la calidad, quince años después los mercados maduros del vino siguen asociando Cepas Viejas y Bierzo. ¿Qué tiene —o que no— este mencía en pubertad con relación a aquel primer Cepas Viejas del 2000 que se comercializó dos años después? Es seguro que «es el vino que, manteniéndose siempre arriba, ha demostrado una mejor evolución a lo largo de quince años en el mercado». Rafa Somonte, que defiende esa afirmación con los sólidos argumentos de quien ahora tiene la responsabilidad de elaborarlo siendo fiel a los principios que lo inspiraron, tiene algunas de las claves para establecer paralelismos y diferencias: «Los primeros Cepas Viejas respondían a una demanda del mercado y un gusto del consumidor por un vino potente, consistente, con grado y buena presencia de la barrica. Ahora el objetivo es otro: que refleje la singularidad e identidad del Bierzo, por supuesto, pero relegando la barrica a un segundo plano y que la persistencia y las extraordinarias cualidades de la variedad escondan la madera».

Y también señala el camino a seguir: «Hacer del Bierzo un signo de distinción que sea evidente en el vino y defender el espíritu que lo convirtió en un mencía de leyenda sólo con pequeñas modificaciones que lo mantengan actualizado». Tan pequeñas que ni siquiera en el aspecto visual son casi apreciables más allá del obligado cambio de botella, manteniendo la misma silueta, a partir de la elaboración de 2013 por la desaparición en el catálogo del fabricante de la utilizada desde su primera edición. Y es que en el Cepas Viejas hasta la imagen es un valor perdurable.