De viaje a
Bercianos del páramo
Del patrimonio histórico destacan dos templos; la iglesia de Bercianos del Páramo y la ermita del Cristo de la Esperanza, que abre sus puertas para celebraciones especiales Dedicado casi enteramente a la agricultura, este municipio de apenas 600 habitantes ofrece una bella estampa del páramo leonés con la paz y el sosiego como aliados
C inco son las fiestas que llegan de alegría y color el municipio de Bercianos del Páramo durante el año. En Zuares rinden honores a San Pedro en junio y a nuestra Señora en diciembre; Villar del Yermo hace lo propio con Santiago apóstol cada 25 de julio y Bercianos el 22 de enero a San Vicente Mártir. Y todos ellos se suman también a las celebraciones de San Isidro Labrador como pueblos agricultores y ganaderos que son. Cinco fechas señalas para visitar un territorio diferente que trata de sobrevivir a la despoblación y que puede presumir de haber sido uno de los primeros en sumarse a la modernización de los regadíos. La pérdida de habitantes —hoy son poco más de 600 entre las tres localidades— es el caballo de batalla del Ayuntamiento, que se esfuerza por ofrecer los mejores servicios y facilidades a sus vecinos. Un ‘mal endémico’ el de la población mermada que se extiende tristemente por toda la provincia como alma que lleva el diablo. Pero Bercianos se resiste a decir su última palabra. Hay trabajo en el campo y futuro.
Pasearse por sus calles, plazas, grandes llanuras es toparse de bruces con un paisaje a priori poco atractivo pero lleno de matices, de historias en cada rincón, de hospitalidad y sobre todo de paz. Uno de los mejores sitios para reponer fuerzas y probar la cocina tradicional leonesa es la pensión Chamu, que suele estar llena casi cada día, pero sobre todo los fines de semana. No hay más truco que preparar las cosas como en casa.
Del patrimonio histórico dos grandes reclamos. Por un lago la iglesia de Bercianos del Páramo, cuyo retablo se restauró recientemente gracias en parte a las generosas aportaciones de los fieles de la localidad, comprometidos al máximo con sus raíces y tradiciones. La visita al templo es casi obligada para los amantes del arte en el entorno rural. Y lo mismo ocurre con la ermita del Cristo de la Esperanza, ese que nunca falla a quienes confían en su divina intervención. Ahora mismo la imagen pasa por quirófano para recuperar el esplendor de antaño.
Esta pequeña iglesia abre para celebraciones especiales y en dos fechas señaladas; el 3 de mayo y el 14 de septiembre. Su misticismo, su esquila y su cristo demuestran que con poco también se puede decir mucho.