Diario de León

Un mencía de madurez

Excepcional por calidad y aclamado por la crítica, aunque de muy limitada producción, un gran reserva pone nuevo techo a las posibilidades enológicas de Luzdivina Amigo..

Fotografía de la última vendimia en una de las viñas que la familia tiene en las laderas de Otero, con Parandones a la vista. LA/DL

Fotografía de la última vendimia en una de las viñas que la familia tiene en las laderas de Otero, con Parandones a la vista. LA/DL

Publicado por
B. Fernández
León

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Los 96 puntos con los que James Suckling —uno de los críticos vinícolas de referencia internacional— calificó el Baloiro Gran Reserva al situarlo entre los diez mejores vinos españoles, sólo en compañía de otro bierzo ilustre y eso tras examinar nada menos que 900 de todo el país, es una referencia a tener en cuenta al considerar su calidad. Aunque la mejor será siempre la que uno tenga al probarlo. Y eso en este caso concreto es una experiencia sublime.

No había habido hasta ahora un gran reserva en el catálogo de Luzdivina Amigo, y eso que el Viñademoya Leiros , que la bodega elabora desde 2003, ha llegado a alcanzar los 42 meses de crianza en barrica, pero siempre se presentó al mercado sólo como un tinto.

El Baloiro que ahora lleva esa certificación en la contraetiqueta acumula 36 meses de crianza en roble y largo periodo de reposo en botella. Pero la excepcionalidad la dio la añada 2010. «Año de nieves, año de bienes», argumenta Miguel Ángel Amigo, recurriendo al sabio refranero popular, para avalar esa calidad, obviando en su infinita modestia otras razones también muy importantes: la edad y la bondad del viñedo propio ubicado en los mejores parajes del Bierzo vitícola, la experiencia y la sabiduría acumulada, el carácter estrictamente familiar de la bodega, paradigmática en la comarca también en ese sentido, y el extraordinario mimo con el que allí se tratan los vinos.

Lamentablemente —o no—, la excepcionalidad también se impone en las exigencias en su elaboración: no ha habido otro gran reserva desde entonces y no lo habrá hasta que haya una vendimia como aquella de 2010. Y luego está, claro, la «falta de madurez del mercado» para asumir este tipo de vinos y el reto al que se enfrenta la bodega al elaborarlos por el coste financiero que supone el inmovilizado: «Es difícil apostar por vinos de medio-largo plazo, aunque esa posibilidad la dé la Mencía... pero deberíamos hacerlo», defiende el bodeguero, que extiende su reflexión a la evidencia de que «es el mercado norteamericano el que mejor entiende nuestros vinos. Ellos se informan mucho, tienen un amplio conocimiento, buscan zonas vitivinícolas singulares y valoran muchísimo el tiempo de crianza y de permanencia en botella».

Madurez y responsabilidad es justamente lo que no falta en una bodega todavía joven —embotella sólo desde 2002—: «No vamos a condicionar la labor y la rentabilidad a vinos así, que sólo haremos cuando se den unas condiciones óptimas».

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