Vuelos de la voz

Tú en una oquedad como de muralla en ruinas, mientras venía el día, entre Laciana y Babia, imaginando, bajo menguante luna, el rebosante Luna… Bajo celajes brillantes, palpaste el vértigo escuchando en la noche el bramar del agua rajando las rocas de parte a parte con sus metales.

Amanecía lento, en el Puente de las Palomas, y ensoñando tu provincia, más que paisajes, sentiste caminos; y, más que rasgos de comarcas, te pareció vivir un semblante común forjado en las cimas: el norte-reflejo de palabras-música, de arroyos y ríos, precipitándose, llevando forma y sonidos de piedras y gentes hacia el este, el oeste y el sur, desde donde revierte arraigada, en vegas y páramos, gozosa luz.

Al clarear, te emocionó la visión dorada de la lejanía y, al asomarte al abismo, donde despeñaron injustificadas muertes y se arrojaron extraviadas vidas, te sobrecogió la marcha del Sil hacia horizontes que fueron de oro rugido. Había silabarios de lamentos abiertos sobre las sombras: verbos y llamas.

Con la mañana prendida fuiste a La Riera y, desde San Esteban, caminaste hacia noroeste y norte entre brezos y escobas, por el valle de Las Ponticas, Los Zampicones, Prado Chano, Las Canteras, Las Salinas… elevando miradas a la crestería de La Crespa, La Malvosina, Peña Redonda… girando luego como en espiral, hacia el noreste, hacia Montihuero, con el fondo de las Ubiñas: los riscos se encabalgaban y tú? ibas diciendo nombres ubicándolos en un mapa antiguo, llamando a la tierra por su entrega y su libertad sola.

Ah, estando en Babia, sentir asombros ante leyendas, huellas de monasterios y trashumancias, cosmogonías y voluntad que vaga, ímpetus y olores de arbolado y flora que permiten destellar a las piedras encendiendo al alba hogueras verdes. Ah, estando en Babia, sentir León, al albur de la Historia entre apretadas manos y veneradas cumbres, y al albor de la Nieve que avienta en manteles de lana urdimbres de escondido carbón, ensimismamientos, desde las montañas a los llanos, entre vuelos de la voz.