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LUGARES FIGURADOS LUIS CARNICERO, arquitecto y poeta

Aprendiendo a huir

LUIS CARNICERO

Publicado por
León

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Volviste a Babia por reencontrar la mirada de un rebequillo que, días atrás, viste pasar junto a su manada. Partiste de la laguna de Lago. Amenazaba la lluvia. Desde las praderas de Muesa fuiste hasta Las Corradas.

Camino y tensión. Paradójico cosmos. Qué dualidad la de Naturaleza: dibuja lo eterno, expandiendo secretos, simetrías, colores periódicos, órdenes sonoros… y se encoleriza después y los rasga para volver luego a aquietarse. Qué bien conocen esa concordia los animales, buscando cobijo o alimento, en la luz o en la sombra, conservando Unidad: el manso imitar, el ritmo, la ceremonia, el movimiento…

Y aprendiste que el horizonte muta sus cualidades: es estético cuando el hombre contempla; estático cuando lo toman ganados que pastan; extático cuando se ve trascendido por animales salvajes… y, borrado, cuando la soberbia humana, ya no espiritual sino transformada, rastrea y depreda.

Aire, entre cielo y montaña; Tierra, junto a la roca; Agua, aún presentes branquias de nieve… Pero el gozo fue ver cómo, de pronto, significando huellas de espacio sagrado, en la arista que asciende hacia el pico La Crespa, apareció la formación de rebecos en dirección a La Cueta.

Con ellos en la pendiente, apreciando sus oscilaciones, imaginando el alma animal, te pareció ver transfigurado el paisaje; e imaginaste un Centro donde quedara constancia de su armónico ser, fuego de mitos, siluetas de nubes, cantos o aullidos, percibiendo el lugar desde la Belleza y la jerarquía del Bien.

En silencio —parecía cercano el Cantábrico— sólo unos instantes pudiste abstraer figuras detenidas, entre la Forma y el Símbolo, porque enseguida te invadió el desconsuelo de descubrir que el rebequillo ya había aprendido la huida.

Ah, si hubieras podido acercarte hasta él sin mostrarle peligro, y allí, sobre la montaña, bajo un mismo cielo -origen armónico y tierra comunes, reposada la música- unirte a su percepción del asombro y de la compasión, a su fluir en el orden divino, y, también, a su visión mística de la lejanía.

A media ladera exhibíase un zorro.