LUGARES FIGURADOS LUIS CARNICERO, arquitecto y poeta
Piedra negra y piedra blanca
Aún reciente el paisaje del lago Truchillas, y el río que en días lejanos arrastrara peñas, y las rocas rodando desde el Vizcodillo, habías vuelto a sus cercanías por ver la laguna del Malicioso: espejo verde-ferruginoso donde se acicalan en silencio las estaciones, dejando en él, cada cual su vaho, desde el renacer hasta la muerte.
De regreso al puente Río-Lago, mediado el día, con el calor, llevaste agua de la fuente a tu rostro y, al abrir los ojos, mirando al noreste, viste en los pliegues oscuros de las laderas Piedras de Luz. Cruzando la carretera, fuiste hacia ellas por los cortafuegos, ascendiendo entre resplandores de robles vivos y cenizas de pinos muertos, entre carqueixas, humeros, tojos… atravesando los montes negros, los barrancos de Valdesando y de Vallivezanos, hasta el sierro del Campanario donde contemplaste, sobre el Azul, un sorprendente dique de desgarrado cuarzo.
Y recordaste que una mañana te llevaron a ver, en Corporales, en el hastial de una casa humilde con cubierta de paja de pique agudo, la cruz y las hileras hechas en el muro con morrillos blancos. También allí, y en Iruela, viste sobre las lajas de pizarra que rematan las chimeneas, como signos protectores, piedras del mismo cuarzo.
Se iba la tarde y parecía que aquel sierro precioso, apuntando al este, fuera un tabernáculo, uno de los lugares en los que rebrota la divinidad desde lo profundo con opuestos y veladuras rojas: entre rastras de canchales negro-humo salpicadas de piritas mínimas; entre manos huesudas de cepos quemados paradójicamente eternos: acaso invocaciones frente a esculturas níveas transfiguradas.
E imaginaste una ola de cristales brotando de la misma tierra; un Sol-Alma del Mundo girando al revés en su carro cósmico, humanizado, para ser Centro y aliviar noches, para ser respiro del fulgor del Cielo, para proteger el Cuerpo y la Casa contra las bruxas, contra los mouros… Y pensaste en la rueda del universo —esferas blancas junto a esferas negras— en la Verdad y el Bien, toda Vida transfigurada.