CONFITERÍA CONRADO (la Bañeza) calle del reloj, 6
Cómete el postre primero
Es uno de esos imprescindibles, un establecimiento que desde 1856 acompaña el día a día y las celebraciones de los bañezanos y vecinos de la comarca. Una confitería que se ha ganado por mérito propio la presencia en todos y cada uno de los momentos importantes. Un lugar donde no caer en la tentación es el auténtico pecado. Conrado sigue dando dulces instantes. Un local que resume su esencia con toda una declaración de intenciones a tener en cuenta: «La vida es corta, cómete el postre primero».
E s el templo del dulce, de los manjares que nadie rechaza, un lugar donde no caer en la tentación es el verdadero pecado. Confitería Conrado en La Bañeza es uno de esos imprescindibles, una parada obligada en la ciudad, un establecimiento con tanta solera que se ha ganado, por mérito propio, el título de indiscutible en las mesas de fiestas y de diario. Un local, que desde la céntrica calle del Reloj, es testigo del devenir bañezano y de sus comarcas desde 1856. Ahí es nada y suma y sigue.
Cruzar el umbral de su puerta es entrar en una confitería de estilo clásico, elegante y versátil, que marida el dulce con el arte como pocos saben hacerlo. Una enorme lámpara de cristal preside la sala y dos imponentes escaleras la bordean. No pasa desapercibida la colección de radios antiguas, que adornan el día a día de este estableciendo, donde los pequeños detalles se traducen en grandes placeres.
Toda la esencia de esta histórica confitería se resume en una frase: «La vida es corta, cómete el postre primero». Una declaración de intenciones y un mantra que cala y que es tan cierto como las exquisiteces que se saborean en Conrado, un establecimiento que mima los productos de la tierrina y que saca la esencia a todas las bondades culinarias que arrancan una sonrisa.
Conocido es el roscón de Reyes, ‘el rey de la casa’ y que lejos de ceñirse únicamente a la época navideña puede comprarse los 365 días del año a través de la página web elreydelroscon.es. Es el bollo de comienzos de año el que esconde un suculento premio y que ha dado a la confitería fama nacional e incluso internacional. Sus roscones llegan a todos los puntos de la geografía española y también a Portugal, Francia, e incluso han cruzado el charco. No sólo los miles de euros que le pueden tocar al comensal son un reclamo seguro, también la calidad en la elaboración y su materia prima artesanal. Porque en esta confitería todo está hecho a la antigua usanza, un trabajo laborioso y mimado que se saborea en cada mordisco.
Más allá del roscón, Conrado es otros muchos sabores. La confitería está adherida a la Capitalidad Gastronómica que este año ostenta León y está regentada por Sergio González, un confitero de raza, amante y defensor de su ciudad y del mundo rural que circunda y tanta vida da a La Bañeza. Por eso, él lo tiene claro e insta a más autoridades y promotores de la capitalidad leonesa a que «dentro de este año de la gastronomía salgan de la ciudad y miren más a los pueblos, que son el motor de la provincia». Es una pena — dice Sergio González— que «el mundo rural leonés se haya enterado poco o nada de la Capital Gastronómica», por eso propone que ciertos eventos se externalicen de León para que lleguen a todos los ciudadanos de la provincia.
En Conrado el roscón es seña de identidad, pero también los son sus suculentos imperiales, preparados con mimo, las yemas, que no dejan a nadie indiferente, o los Conraditos, un dulce propio con mucho que decir. Es de esos bocados que siempre incitan a ir a por el siguiente. Lo mismo pasa con los besitos, o con cada uno de los pasteles, tartas y pastas artesanas que hacen las delicias de cuantos los prueban.
En la confitería hay turrón artesano todo el año. Y ahora en la época veraniega los semifríos son una buena opción. Por ejemplo, dice Sergio, el mousse de mango y maracuyá con frambuesas de Tabuyo del Monte. Que más decir. Lo mejor, sin duda, es probar y dejarse embaucar por el sabor, la textura y el dulce que es la esencia de la vida.
La confitería cuida cada momento y cada rincón y acompaña a vecinos y visitantes en todas y cada una de sus celebraciones. También en la rutina que no por ser el día a día tiene que quedarse relegada a los pequeños placeres. Conrado regala buenos momentos y en sus escaparates, siempre pensados con gusto, se puede hacer una idea de todo lo bueno que hay en el interior. Es la bombonera que esconde el tesoro. Un acierto seguro, una visita obligada.