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Tlaquepaque, el nombre sonoro de las artesanías

Inconfundible población que se asienta en la zona metropolitana de Guadalajara, la capital del estado mexicano de Jalisco, destaca por su historia, atmósfera y la riqueza que atesoran sus calles, monumentos y artesanías

Algunas de las abundantes esculturas que embellecen las calles. La última hace referencia a las diversas manifestaciones del Festival de los Muertos.

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Siempre vuelvo a Tlaquepaque. El viajero también tiene manías. O querencias. La extraña sonoridad del nombre. El misterio, la historia, la atmósfera y la riqueza que atesoran sus calles, monumentos y artesanías. Los vaivenes de la historia y sus consecuencias también han influido en el nombre. San Pedro Tlaquepaque. Tlaquepaque a secas. Es igual, inconfundible en todo caso esta población que se asienta en la zona metropolitana de Guadalajara, la capital del estado mexicano de Jalisco, un poblado prehispánico con casitas de zacate perteneciente al Reino de Tonalá, gobernado cuando llegaron los españoles por una mujer llamada Cihualpilli Tzapotzinco, inteligente y negociadora. Los vericuetos etimológicos de Tlaquepaque son múltiples, aunque todos convergen en la palabra barro: lugar del barro, hombres fabricantes de trastos de barro… No ha perdido el hilo de su historia y hoy es, sigue siendo centro de artesanías de papel maché, vidrio, latón, alfarería, hilados, barro, piel y madera. Su mayor y mejor sustento económico. Una de las ciudades mexicanas con mayor tradición artesanal, a uno se le antoja uno de sus reinos o paraísos. Usted tiene, en todo caso, la palabra. Es fácil y agradable caminar la ciudad para comprobarlo.

El Jardín Hidalgo es el corazón emblemático de esa ciudad de artesanías. Prácticamente a él conducen todos los caminos. Templete, vegetación, torres de iglesias que recortan, definen y acotan el paisaje ciudadano. Y la estatua en bronce del insurgente cura Miguel Hidalgo, que da nombre al espacio, siempre lugar de reunión, fiestas y eventos sociales. Prácticamente sobre el corredor Independencia, una calle peatonal como tantas otras en el núcleo histórico, en la zona más importante y turística de la ciudad, hay que caminarla con la parsimonia de la magia del tiempo que parece detenido, aunque sea una calle viva llena de bares, restaurantes, tiendas y artesanías. No me perdería, entre la arquitectura colonial, la Casa Antigua de México, del siglo XIX, con patio y jardines deliciosos. O, entre las galerías de arte, dos especialmente llenas de imaginación y poesía, Bustamante y Rodo Padilla, dos escultores recomendados por su exquisita sensibilidad, tan sugerente. Como las esculturas que salpican el paseo, a ambos lados, llenas de fuerza e imaginación, cuando no históricas. Si le coincide, anote que por estos espacios tienen lugar los segundos y últimos viernes de cada mes las llamadas Noches de Ronda, recorrido con la participación de mariachis y rondallas. No digamos nada si llega durante los últimos días de octubre y primeros de noviembre. Ya sabrá del bagaje cultural que la muerte tiene en la cultura mexicana. No hará falta asegurar que Tlaquepaque, que forma parte esencial de tal bagaje, es un buen exponente del asunto, con notable afluencia de visitantes nacionales y extranjeros. Incluso es fácil que, bajo el amparo de Apoarte, encuentre en algún punto algunas manifestaciones del Festival de Muertos. La Gala de Catrinas, el Concurso de Calaveras en gran formato, los concursos de Calaveritas y Altares de Muertos y otras actividades en la misma línea conforman un mosaico ya clásico. Y curioso.

Sería contraproducente al menos abandonar la ciudad sin pasar por El Parián, que lo encontrará de paso, sin duda el recinto más distinguido del municipio, que se fundó en 1878 como un tianguis (feria) para la venta de artículos entre los pueblos indígenas de la zona. Hoy concentra la máxima expresión del folclore nacional, convertido en una fiesta permanente, centro inevitable de convivencia familiar por la venta de artesanías, la bebida, la música –el quiosco central es buen escenario y escaparate- o la comida. Buen lugar para reponer fuerzas: botanas, deliciosas margaritas y una buena muestra de platillos típicos de Jalisco. Hablando de recomendaciones gastronómicas, una segunda: El Abajeño representa la típica comida campestre mexicana. Un lugar emblemático, sin duda, al aire libre, espacioso y con acompañamiento de música de mariachis, como no puede ser de otra forma. El grado de picante que ponga en las viandas será responsabilidad exclusivamente suya.

Estoy convencido de que a estas alturas se habrá apoderado del viajero la singular atmósfera de la ciudad. Pero he de hacerle algunas precisiones para completar una idea global más precisa, conforme a la que tengo de entender, en este caso, el patrimonio cultural como motor de desarrollo local. El Centro Cultural El Refugio es un edificio de estilo colonial construido en 1885 y que, administrado por religiosas josefinas, funcionó como hospital hasta 1979. Transformada y remozada la finca, hoy es centro cultural, comercial y turístico. Más fuerza tiene el Museo Pantaleón Panduro del Premio Nacional de la Cerámica, un descubrimiento de verdaderas obras de arte, originales y únicas, auténticos tesoros artesanales que demuestran la riqueza de la expresión plástica de los alfareros mexicanos. Complemento y fortalecimiento mutuo, el Museo Regional de Cerámica se encuentra en un edificio del siglo XVII y alberga en su interior una hermosísima colección de cerámica de Tlaquepaque.

La religiosidad popular está viva, y las iglesias son su manifestación. O una de sus manifestaciones. Al lado del Jardín Hidalgo puede visitar el bello Santuario de Nuestra Señora de la Soledad, que data de la primera mitad del siglo XVIII, con arquitectura neoclásica, y la Parroquia de San Pedro, en la que llama la atención sobre todo una amalgama de estilos que se concentran en la fachada. Hablando de arquitectura, ahora civil, la Fontana de la Pila Seca responde al nombre, rodeado de leyendas. Conocerlas es buena fórmula para entablar conversaciones con estas buenas gentes, norte siempre de cualquier viaje que se precie. Los descubrimientos personales pueden ser los más interesantes.

Habrá visto mil objetos que le interesen. Es hora de la compra. O de una terraza. Pronto seguiremos camino de Tonalá, un nuevo paraíso de creación artesana.

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