La Casona de Valdés
Esencia de los Valdés
Ponferrada ha permitido redescubrir la casa de los Valdés, en el caso antiguo, abriendo su jardín a dos festivales de música. Su interior puede ser concebido como un museo de lo que era una familia burguesa, con mobiliario original. Un refugio hasta ahora impenetrable
Su apellido forma parte de la historia de Ponferrada y una avenida, una estatua y una fundación que administra todos sus bienes atestiguan esa relación inevitable. Pese a todo, los Valdés siguen siendo unos grandes desconocidos para el común de los ponferradinos, más allá de los mitos, bulos y rumores que envuelven la imagen de una familia muy rica y poderosa que dejó a Ponferrada buena parte de su herencia y ha alargado hasta el presente su influencia a través de las numerosas propiedades esparcidas por la ciudad y fuera de ella. Uno de los bienes más desconocidos es la denominada casa de los Valdés que media entre las calles Paraisín y Jardines, en el casco antiguo de la capital berciana.
Es —dice el historiador Miguel J. García— la casa que mejor define el carácter de los Valdés. Ricos, poderosos e influyentes, sí; pero no ostentosos, aparentadores ni partidarios de los fastos. Así es la casona que en las últimas semanas se ha convertido en escenario de cultura, pues ha sido su jardín el elegido para celebrar los festivales Corteza de Encina y Km.251. Ponferrada es Jazz.
Dos actividades que han permitido descubrir una casa muy interesante que fue lugar de veraneo y retiro de los primeros Valdés, hasta que acabó convirtiéndose en la residencia habitual del último y más conocido de todos los miembros de esta familia, Miguel Fustegueras Álvarez-Valdés.
«Está tal y como eataba cuando ellos la habitaban. En 60 años no se ha abierto y conserva el mobiliario y los utensilios originales. Es interesante porque permite ver cómo vivía una familia burguesa rentista y el propio carácter de los Valdés, nada presuntuosos. Los ves a ellos en cada estancia, te puedes imaginar su rutina, se nota cómo eran y a qué se dedicaban. Sería un museo perfecto», considera Miguel J. García.
Los Valdés habitaban la primera planta del inmueble y esa sigue siendo inaccesible. Es la que conserva su esencia. Hay un pequeño piano y una lámpara que merece mención, un amplio pero no enorme salón y varias habitaciones para ellos y la servidumbre. También un baño en el que todo el protagonismo se lo lleva la antigua bañera y llama la atención la decoración, en la que tuvieron mucho que ver Ana y Heliodora Álvarez-Valdés, aficionadas a la pintura y al arte que, «a finales del siglo XIX y principios del XX, decoraron la casa a su gusto. Hay mucho rastro de ellas», afirma el historiador que mejor conoce a los Valdés.
Los ciclos de música que han hecho del jardín de la casa de los Valdés el lugar perfecto para disfrutar de la cultura en tiempos de coronavirus han permitido también redescubrir una casona de la que, hasta ahora, solo sobresalía su característica balconada.