Antes de la conquista
En el León más salvaje
No tiene parangón con ninguna comarca de la provincia. Palacios del Sil es una tierra suspendida en el tiempo, una zona salvaje que se ha mantenido a salvo de la explotación minera desde que los romanos desembarcaron en el Sil para explotar el oro de Las Médulas. Su vegetación, la fauna y la lengua propia han convertido el valle en uno de los patrimonios más desconocidos de España, una reserva natural virgen en la que regenerar el cuerpo y el alma
Palacios del Sil es una de las zonas de la provincia más bendecidas por la naturaleza. La cantidad y calidad de sus masas boscosas, la solidez y sugerencia de su arquitectura tradicional, la permanencia en estos valles de manifestaciones culturales milenarias con la ‘fala’ propia como estandarte principal hacen de este reducto ancestral un tesoro cultural y ecólogico. Para descubrir Palacio del Sil hay numerosas rutas que brindan al paseante diferentes maneras de conectar con la naturaleza del valle. Una de las más bellas es la conocida como ruta de el Castro, uno de los espacios protegidos del Alto Sil cuyo sendero puede emprenderse en cualquier época del año. No obstante cuantos quieran aventurarse en ella deben tener en cuenta que no es una pista balizada, con lo que es preferible evitarla en días de lluvia. Con apenas un kilómetro de camino, la ruta está promovida por el ayuntamiento de Palacios del Sil.
En esta ruta se visita un antiguo castro prácticamente despoblado y hasta hace poco tiempo en estado ruinoso que muchos atribuyen a la Edad de Bronce y otros a la lllegada de Roma. También se ven varios hórreos , algunos en ruinas y otros afortunadamente rehabilitados. Todo ello acompañado de un precioso bosque de castaños. Se puede hacer una ruta circular bajando de nuevo en dirección a Palacios para visitar un castaño singular y espectacular: el de la Verduéngana cuyo tronco no lo abarcan entre cuatro o cinco personas y que germinó hace no menos de 800 años. Y es que Palacios del Sil es un lugar único en España. Verdes valles en la cuenca alta del Sil, bosques de abedul a más de 1.300 metros de altitud, acebos, robledales rodeando prados y huertas; castros milenarios, puentes romanos sobre las aguas de un río cristalino, dos bellos embalses; cabañas de piedra y pizarra en verdes brañas, hórreos, osos pardos, urogallos.
Sin nada que envidiar a Picos de Europa ni a zonas de Asturias o Cantabria promocionadas hasta la saciedad, resulta casi inexplicable comprobar cómo lo que se viene llamando Alto Sil continúa siedo un desconocido para los leoneses. En medio del silencio y de una naturaleza tan grandiosa que estremece, el caminante puede encontrar en el acceso a sus impresionantes brañas el mejor modo de conocer el corazón de esta comarca verde y montaraz que, a diferencia de los vecinos ‘concechos’ de Páramo y Villablino, no resultó afectada por las actividades mineras. Por eso su patrimonio natural quedó intacto.
Se puede hablar mucho de la belleza natural y de la historia tallada en piedra de esta espectacular comarca de Rivas del Sil, en el noroeste de León. El municipio y sus once localidades se ubican en un paraje idílico en el que la agricultura y ganadería han sido durante milenios parte esencial de su actividad. Los pequeños pueblos salpican de casas de piedra los prados y bosques de la ribera alta de un río que kilómetros abajo desembocará en el Miño.