Diario de León

SUENA LA PRIMAVERA

Tiempo de que suene el agua

Es uno de los más mágicos espectáculos de la naturaleza y el inicio de la primavera el mejor momento para disfrutarlas en todo su esplendor. Ofrecen para llegar a la recompensa verdes rutas y reconfortantes caminos, a menudo fácilmente accesibles. Son las cascadas, arropadas ahora por el despertar de la vegetación

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León

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Es tiempo de que corra el agua. Que suene por las laderas, que se despeñe desde las cumbres. Que fluya y que atruene. El deshielo (cada vez menos) y las lluvias (también) abren aún el camino a las aguas acumuladas en el invierno y las dejan correr libres, alocadas, para precipitarse en escondidos rincones por recovecos imposibles. Surgen así, desde los pliegues de las montañas, en los orígenes de los ríos, saltos de agua que hechizan donde menos se espera. Forman vertiginosas cortinas, o fluyen en amables descensos, pero en una u otra forma son uno de los más bellos espectáculos de la naturaleza. Y el despertar de la primavera, el mejor momento para exprimir no sólo su ciclo de vida más exuberante, sino para disfrutar de los recorridos que llegan hasta ellas en el instante de explosión de la naturaleza. Es el mejor momento de las cascadas. Y la provincia de León tiene decenas de rincones mágicos donde disfrutarlas.

El Bierzo ha hecho de una ruta por sus cascadas argumento de promoción turística. Ahí están la del Gualtón, en Carracedo de Compludo, o la del Arroyo de Zancajones, en Toreno. Destacan la del Hayedo de Busmayor, y la de Cantejeira; pero no se quedan atrás los encantos de La Gualta de Nocedo del Bierzo, o el Salto del Pelgo de Toral de los Vados.

Entre las destacadas se encuentra también la del Cervezón, en San Pedro Mallo. Y un recorrido espectacular es el de la Ruta de los Molinos, de Folgoso de la Ribera. No puede olvidarse el encanto de La Pontiga, la cascada ubicada en Villar de Acero. Los mismos saltos que rodean la Herrería de Compludo.

No sólo El Bierzo disfruta de un paisaje propicio para los escondidos saltos de agua. Las montañas leonesas en general ofrecen cascadas más o menos recónditas, accesibles fácilmente para toda la familia, cercanas a los lugares a donde llegar en coche o al alcance únicamente de quienes están dispuestos a salvar obstáculos (sin muchos problemas en la gran mayoría de los casos) para alcanzar al final el premio de dejarse salpicar por un regalo de la naturaleza.

Cármenes, Valdelugueros, Vegacervera, La Cabrera, el Teleno,... Allí donde se alza un risco se esconde un curso de agua presto para la sorpresa.

Popular es la cascada de Nocedo, en La Vecilla, donde el río Valdorria busca unirse con el Curueño. O la de Caín, en el espectacular paisaje de Posada de Valdeón. Gozan de histórica afluencia La Fervenciona, en Canseco, o la cascada de Piedrafita, ambas prueba de resistencia al frío para quienes, incluso en verano, se arriesgan al baño.

Desde la cascada de Vivero en Murias de Paredes a Lumajo, en el valle de Laciana, las opciones pasan por Foz, en Torrestío, en Babia. O la impresionante de Los Bayos. En Redipuertas asoma El Saltón, y la ruta de las cascadas del río Faro, siete kilómetros de espectáculo natural salpicado de saltos de agua.

Aguas Blancas en Pola de Gordón, o La Agualta en Pozos, en la Cabrera Alta, donde deshiela el Teleno.

La ruta de las cascadas de Quintana Fuseros camina paralela a la historia de sus molinos. Como la Senda de los Tejos en Villablino.

Son las más conocidas, pero cada rincón de cada montaña leonesa esconde el tesoro del flujo salvaje del agua, y el liberador sonido con el que busca salida despeñándose por los entresijos más insospechados. La cascada es un premio. Lo es también el paisaje maravilloso hasta alcanzarla.

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