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De viaje a San Cristóbal de la Polantera
Los ocho pueblos que forman el municipio ofrecen una visión de los contrastes entre el Tuerto y el Órbigo, donde la herencia de la lucha por el aprovechamiento del agua pervive en una economía agrícola y ganadera que no olvida el cuidado del patrimonio y la naturaleza
En León el territorio nunca se repite. Esta característica se exhibe en la franja sur con la sucesión de una infinidad de paisajes que han abrigado el nacimiento de los pueblos, modelado las formas de vida y asentado una población que reconoce sus raíces en la pugna de supervivencia por el aprovechamiento del agua. Su historia se escribe en esa grieta de la que han logrado hacer bandera de un modo de vida, como la que ondea en el triángulo que forman el Tuerto y el Órbigo y se enseñorea en San Cristóbal de la Polantera: un municipio en el que los contrastes ofrecen un crisol de paisajes en el que, como sus antepasados, los vecinos reclaman la valía de la tierra como sustento para una economía agrícola y ganadera de la que presumir.
San Cristóbal de la Polantera hunde sus huellas en la tribu astur de los egurros que pobló el territorio por primera vez, antes de que los godos tomaran el testigo y la reconquista terminara por redefinir los asentamientos. Sobre este tapiz, el municipio agrupa en la actualidad a ocho localidades: la que da nombre a la cabecera de comarca, Villagarcía de la Vega, Posadilla de la Vega, Matilla de la Vega, San Román el Antiguo, Veguellina de Fondo, Villamediana de la Vega y Seisón de la Vega. Cada una con sus singularidades, pero todas ellas herederas de una agricultura de remolacha, maíz y patatas, de cereales y, «cada vez en menor medida ,de alubias, cultivo que por diversas causas ha pasado a ser testimonial aún cuando hasta fechas recientes era de gran importancia, como relata su alcalde, Francisco Ramos, quien abunda en que la ganadería sobrevive aún en la aparición de granjas de pollos y la resistencia de las explotaciones de vacuno de leche.
Las ermitas, iglesias y el cidado de su entorno ofrecen una oportunidad para conocer esta zona de la provincia en la que la tribu astur de los egurros asentó las primeras huellas
Los contrastes municipio quedan a la vista sobre todo en las dos márgenes de la carretera comarcal LE-420, que comunica La Magdalena con La Bañeza. Al oeste, San Cristóbal de la Polantera, Villagarcía, Posadilla y Matilla de la Vega, en las que la aparición del Canal de Villares, con la apertura de la presa del Luna, amplió su horizonte cultivable más allá de las viñas y escasos rendimientos de su origen. Frente a esta mitad, que hoy ve con esperanza la inminente entrada de la modernización de regadíos, quedan las poblaciones asomadas al Órbigo, abundantes en vegetación de ribera, pero menos adelantadas ahora en el aprovechamiento del agua.
Con todavía ejemplos de construcciones de teja árabe y tapial, aunque cada vez más revocadas, los pueblos del municipio bien merecen una visita para quien quiera conocer este sur de León. El visitante, con naturaleza y templos en los que perderse, tendrá espacio para el ocio en La Manga de Villamediana, para conocer la zona de las fuentes en la que se iba a lavar en San Cristóbal, para pasar por la báscula de Villagarcía, para admirar la Semana Santa en la plaza de Posadilla, para cobijarse tras los muros de la recuperada ermita de Matilla, para conocer el núcleo de la feligresía que representó la iglesia de San Román, para probar el potro rehabilitado en el que se herraba en Veguellina de Fondo, para ver la presa y el molino de Villamediana, para pasear por Seisón...