Diario de León
MARTA GARCÍA

MARTA GARCÍA

León

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La magia de Los Calderones se deja sentir desde los primeros pasos, ya que este desfiladero natural, que conecta la localidad de Piedrasecha con la vega de Santas Martas, resulta tan fascinante y estrecho como un embudo que comunica con los mundos soñados. Muros rocosos que se elevan a ese cielo azul tan leonés, que se retuercen en las curvas y que crean pasillos en que se pueden tocar las paredes con sólo extender los brazos a ambos lados en algunos tramos. Desde Piedrasecha, lo primero que sorprende en la ruta es el espectacular peñasco silíceo conocido como El Serrón, inconfundible por el intenso color amarillento que le confiere la capa de líquenes que lo recubre. Cada vez con el río más cerca se emboca el comienzo de las angosturas más impactantes del cañón, casi al tiempo en el que se llega hasta la fuente del Manadero. Unos metros más adelante, cuando el pasillo se estrecha hasta lo imposible, se llega a la cueva de Las Palomas. Una escalera conduce hasta la oquedad en la que la devoción popular sitúa a la Virgen del Manadero en este paraje de lujo y que motiva una multitudinaria romería en verano.

El desfiladero está catalogado como Punto de Interés Geológico, porque la cuchillada que permite el paso entre las montañas de roca se originó por la acción erosiva del arroyo de los Calderones sobre unas calizas que fueron formándose hace 360 millones de años, cuando toda la zona estaba cubierta por un mar cálido a cuyo fondo iban a parar los caparazones de los animales muertos. Lo interesante aquí es ver cómo el agua y la disolución kárstica han ido trabajando pacientemente todo el repertorio de cuevas, simas y formas de las que son capaces.

El camino progresa sobre el antiguo lecho del arroyo, entre cantos rodados y marmitas de gigante. Un arroyo bautizado como de los Calderones que es una corriente de carácter estacional que, en época de lluvias o deshielos anega gran parte del desfiladero. Pero cuando llega el buen tiempo, el caudal merma hasta desaparecer por completo y pasa a fluir sólo bajo tierra. Entonces se activa el paso por Los Calderones para el peatón.

También para los pastores que guardaban su cabaña en la vega de Santas Martas, un kilómetro más arriba, donde en otros tiempos se cuenta que floreció un pueblo con abadía incluida, desaparecido según la leyenda, por comulgar sus habitantes un domingo con un pan amasado sin saberlo con el agua contaminada por una salamandra. Y es precisamente hasta ahí donde terminaría la ruta ‘fácil para familias, de unos tres kilómetros de distancia que se puede efectuar en una hora. Una cancilla que separa los terrenos de Piedrasecha de una finca particular. A partir de este punto se puede optar por volver por donde se ha subido o continuar hacia Santas Martas y las Vegas del Palomar.

Al salir de Los Calderones, bosquetes de mostachos, escuernacabras y robles en las laderas, contrastan con las salmueras que acompañan al arroyo, que de nuevo vuelve a discurrir en superficie. Es el Monte de la Ribera, donde antaño se producía cal en los caleares o caleros.

Para quieners les haya sabido a poco, desde Santa Martas el camino continúa ascendiendo poco a poco para salvar el desnivel hasta el Collado del Fito. El paisaje es completamente diferente y, al ir ganando altura, las vistas se hacen muy intensas. El último repecho tras el collado, conduce a las Vegas del Palomar, amplia depresión tapizada de pastizales a la que antaño subían los ganados trashumantes. Estos puertos estuvieron arrendados en 1750 al Monasterio de Guadalupe en 3.050 reales.

En la Vega vuelve a hacerse patente la erosión de la caliza por la acción combinada del agua y el CO2 atmosférico, siendo perceptibles grandes hoyos a modo de dolidas o sumideros en toda su extensión. En realidad, el desfiladero de los Calderones es una antigua vía secundaria del Camino Olvidado, ruta de peregrinación a Compostela, que discurre por viejas calzadas romanas paralelo a la Cordillera Cantábrica y que une el País Vasco con Villafranca del Bierzo, donde su une al Camino Francés.

La etapa en la que se enmarca discurre en sentido contrario, desde Buiza o Beberino a La Magdalena. Y lo hace por la Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga, entre parajes singulares, acompañado de un destacado patrimonio natural y cultural.

Después de La Pola de Gordón comienza de nuevo el ascenso. La montaña parece una barrera infranqueable pero los increíbles paisajes que ofrece ayudan a superar el esfuerzo. Es una etapa agreste y esforzada que tiene en la cuchillada de Los Calderones una de sus grandes sorpresas. Siguiendo el arroyo se llega a Piedrasecha y, desde allí, a Viñayo y Otero de las Dueñas. En el último tramo hasta La Magdalena coincide con el trazado de la etapa 14 A.

Así que Los Calderones puede abordarse desde Piedrasecha para una ruta amable de pocos kilómetros o acometerse como etapa del Camino Olvidado.

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