Diario de León

PARA RECORRER

Un viaje por los molinos

León es tierra de molinos. Llegó a disponer de 2.500, el 12% de los de España. Sólo se conservan 700 y en los alrededores de la capital quedan un puñado, con ruta de San Andrés a Sariegos y Cuadros. Son edificios grandes, con aspecto señorial, que aprovechaban el agua de las numerosas presas y acequias del Bernesga para moler o dar luz

Molino de Trobajo del Camino. RAMIRO.

Molino de Trobajo del Camino. RAMIRO.

León

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En poco más de un siglo, León ha perdido más de 1.300 molinos. Setecientos de ellos han conseguido sobrevivir, de los que solo un pequeñísimo porcentaje aún funciona. A finales del XIX y principios del XX llegaron a contabilizarse más de 2.500 de estos ingenios hidráulicos, lo que supone un 12% de todo el país.

La mayoría de los que se salvaron están en ruina o han sido reconvertidos para uso turístico o vivienda. Y en el área metropolitana, en la vertiente del Bernesga se puede seguir una curiosa ruta natural que se extiende desde Sariegos a izquierda y derecha hacia San Andrés y Cuadros, y enhebra hasta quince de estos ingenios que domaron el agua para ayudar al hombre.

Entre los molinos de San Andrés, el más antiguo bien conservado es el de Los Velilla, que data de 1880 y está ubicado en Trobajo, al igual que Los Porteros, que se construyó en 1900. En Villabalter se ubican el molino de Recas (1950) y el molino de Los Chicarros (1958), conocido como el Molinín. El de Requejo (1959) está en San Andrés, al igual que el de Los Picones (1940). Parte son molinos maquileros. Tenían un dueño particular, y era el molinero quien hacía las tareas propias del oficio a cambio de la maquila o cobro por sus servicios, que hacía en dinero o mediante una cantidad de grano ya estipulada. Son de mayor tamaño que los molinos rastreros, que solían ser de propiedad comunal o de varios propietarios, usados para moler su propio grano.

Los maquileros solían tener dos o tres plantas, dependencias utilizadas como almacenes, la vivienda del molinero y una serie de construcciones anejas, además de estanque para almacenar agua y lograr mayor presión y rendimiento. Realizaban su trabajo todo el año, especialmente al inicio del otoño, cuando la cosecha acababa de finalizar y escaseaba el agua en los molinos rastreros. Las presas sobre el río se reparaban en primavera y verano para obtener un caudal mayor.

En Sariegos, el molino Pisón marca un punto clave de este refrescante circuito con sus impresionantes 36 metros de fachada y sus dos plantas. De hecho, el recorrido puede iniciarse desde Carbajal de la Legua, en el parque con merenderos a orillas del río Bernesga y tras cruzar el puente peatonal se puede tomar el viejo tramo de enlace con la carretera CL-623 donde enseguida saluda este molino, también conocido como de Marceliano por su último propietario.

Entre los molinos de San Andrés, el más antiguo bien conservado es el de Los Velilla (1880) en Trobajo, al igual que Los Porteros (1900). En Villabalter, el de Recas y en Carbajal, el Pisón

Por desgracia, se encuentra abandonado y en estos días rodeado de vegetación salvaje, pero no hay nadie que no repose en su barandilla cuando se topa con su imponente estampa por primera vez. El rumor del agua, la pradera que se abre a sus espaldas y el frescor de la arboleda que lo protege recrean un lugar bucólico digno de detenerse junto a él.

Fueron años de mucho trabajo, allí se molía el cereal de la zona, sobre todo centeno y trigo. Marceliano iba con un carro y un caballo por los pueblos para recoger los sacos, los llevaba a moler y los devolvía a los dueños. En su última etapa molía para las fábricas de pienso de León hasta que dejó de ser rentable, según recuerdan los lugareños.

Avanzando por la senda pedregosa surge el segundo molino, el de La Pontona, reconvertido en vivienda en 1994, aunque muestra sus ojos sobre el agua. Sirvió para moler pienso, harina y producir luz para ese barrio. El tercer molino se encuentra abandonado y se conoce como Lagañosa, y el cuarto es nada menos que el más antiguo de la provincia de León: el Molín de Santibáñez arrastra más de 500 años a sus espaldas en una construcción a la antigua, empleando adobe y paja.

El quinto molino se conoce como Restralla. Es un ejemplo de los primeros balbuceos de la era industrial. Promovido por la familia Valcárcel, fue adquirido por el tío Restralla, molinero a sueldo que afrontó el formidable empeño de ser dueño de una fábrica de harinas.

La evolución tecnológica que deja obsoletos los ingenios más revolucionarios acabó también con esta fábrica. Abierta aún por el romanticismo del paisano al que no le importa las toneladas de harina, sino más bien la música del agua cayendo en tromba por las compuertas y el silbido de las poleas renqueantes, porque es la música que oyó desde niño. El molino no muele pero sigue abierto.

El sexto es el de Rozas. Se encuentra muy cercano a Cuadros y se rehabilitó en 1908 como indica su portada, realizada también con adobe aunque algunos tramos son visibles sus reparaciones empleando otros materiales como piedra, siendo no tan genuino como el de Santibañez. Un poco más adelante se localiza el molino Picón, que parece más un almacén. Para llegar a él hay que tomar el primer desvío una vez se camine por la senda paralela a las vías del tren. Los tres primeros molinos de la ruta desde Sariegos se sitúan sobre la Presa del Bernesga, que también mueve el de Villabalter o el de Eugenio de Nora, y los otros cuatro sobre la acequia de Cuadros. Los molinos han sido víctimas del progreso, pero aún muestran su orgullo sobre el agua.

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