Diario de León

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León en la hojarasca

La provincia es un territorio para perderse en cualquier época del año, pero el otoño ofrece la posibilidad de encontrar paisajes de ricos contrastes marcados por el color de las hojas, que van cambiando a medida que la estación avanza, y disfrutar de una gama cromática única entre los bosques y paisajes, de norte a sur y de este a oeste

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León

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Una de las singularidades más destacadas del otoño es el color. O los colores. La calidad de esta estación, en la que la llegada del frío anima a sacar la ropa de abrigo y a recuperar las botas de montaña para perderse en todos los parajes que ofrece de la provincia de León. Una variedad cromática que se puede apreciar desde Tierra de Campos al Bierzo y desde La Cabrera a la montaña, en su amplia extensión. Bosques en los que conviven el verde que se resiste a irse con los amarillos y los marrones que van cogiendo las hojas dispuestas a caerse de los árboles caducos.

Una hojas que se extienden por los caminos y tejen una alfombra resbaladiza y singular por la que hay que caminar despacio, en muchas ocasiones, lo que ayuda a contemplar la majestuosidad de un paisaje único en el año y que convierten a León en una provincia para perderse en busca de los árboles singulares que la salpican y que se esconden entre sus bosques donde las especies se entremezclan o forman entramados únicos que conservan en muchas ocasiones su valor primigenio, su valor natural. Porque el otoño también es una época para poner en valor el patrimonio natural con el que cuenta la provincia.

Perderse, siempre por las rutas señaladas y marcadas. Con la equipación adecuada y teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno. En realidad, en León da igual el destino, porque los colores que ofrece el otoño en cada uno de sus rincones se convierte en una maravilla para los ojos, un espectáculo visual para deleitar todos los sentidos y descubrir los tesoros que se esconden por los caminos, por los senderos bajo las sombras de los árboles que empiezan a quedarse pelados y que generan una lluvia de hojas intermitente, provocada por los vientos que empiezan a soplar cada vez con más fuerza ante la proximidad del invierno.

Armados con botas y chaquetas, recorrer los senderos y caminos marcados permite conocer rincones nuevos en los que la naturaleza ofrece sus tesoros escondidos a la vista de todos

Las lluvias dan lustre a la hojarasca, que alimenta también el nacimiento de las setas y los hongos, joyas gastronómicas ante la que es necesario tomar algunas precauciones, pero que dan lustre a los platos en esta época del año.

La riqueza leonesa se extiende por toda la provincia por itinerarios que parten de los pueblos, con trazados que pueden ser circulares para poder volver al mismo punto, que suben a picos o bajan a riberas, que siguen el curso de los nutridos ríos o se pierden entre los frondosos bosques, los enramados que ocultan la luz para hacer paisajes lúgubres que alegran y dan luz al alma que decide adentrarse en su territorio, en sus vericuetos y la magia que esconden los árboles para sanar el espíritu.

Así es la provincia de León cuando la hojarasca decide cubrirla tras desprenderse de los árboles para dar paso a una nueva estación, al frío, mientras el otoño está en su máximo esplendor. Dejar el sofá y caminar, bien pertrechado para hacer frente a la climatología que convierte a los bosques en escenarios inigualables. Cuidar la naturaleza es fundamental para conseguir conservar estos paisajes que, además de ser los pulmones que dan vida al ser humano alimentan también su corazón y su luz.  

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