La celda del 'abuelo' de Puigdemont
Su imponente presencia lo hace invisible pese a ser uno de los monumentos más importantes de León
Casi no se ve. Los viandantes pasan de largo sin darse cuenta de que se trata de la ciudadela, una de las piedras fundacionales de León que, durante casi mil años, ha sido testigo de la historia de la ciudad, protagonista de historias regias, de guerras y de batallas cortesanas, de testigo del miedo de cientos de presos republicanos hasta su conversión en archivo provincial.
Ahora, sus muros se han llenado de documentos, archivos mudos de la biografía de la provincia a través de testamentarías, protocolos notariales, documentos procedentes de las corredurías de comercio, registros de la propiedad y registro civil, legajos judiciales y un largo etcétera que lo convierte en el centro neurálgico del smart data leonés.
Cárcel Vieja o Castillo de Léon se levantó con una misión estrictamente defensiva de la puerta principal izquierda de la fortaleza que los romanos habían construido, muchos años antes. Fue al parecer Leovigildo quien lo tomó de los suevos, aunque más tarde, caería en manos de los moros. Algunos historiadores afirman que por la puerta del Castillo entró don Pelayo tras la gesta de Covadonga.
Llegando más cerca, hay datos de que Ordoño II encerró en la fortaleza a los condes castellanos a los que había vencido en Valdejunquera. Los hijos de Fuela y el hermano de Ramiro II, Alfonso, también conocieron las lóbregas estancias del castillo que, poco a poco, se tornaban en cárcel.
Más adelante se siguió utilizando como prisión de nobles: algo así como una prisión de cuatro estrellas donde, aparte de estar entre rejas, los prisioneros podían darse el gusto de morir de indigestión, como los más sardónicos cuentan que le ocurrió al duque de Híjar.
El noble falleció en este lugar tras penar en él durante quince años a causa de un proceso de intrigas y revueltas por el poder político en la época de Felipe IV. Junto a Francisco de Quevedo, reducida su libertad en el convento de San Marcos, Léon se convirtió en aquel momento en mazmorra para cuantos se atrevieron a torcer el brazo del valido del rey, el conde Duque de Olivares.
Momento especialmente delicado para el Imperio español, la capital del Viejo Reino era un lugar inmejorable para aislar a cuantos conspiraban contra el sistema. El Archivo Histórico conserva documentos de la época que detallan todas las obras que se llevaron a cabo en el castillo para alojar al enemigo de Gaspar de Guzmán, protagonista de la conocida como conjura de Aragón, una de las tramas menos conocidas de la monarquía del Rey Planeta.
Con la voluntad real y el gobierno en manos del conde-duque de Olivares, el reinado de Felipe IV atravesó un período de fuerte crisis de la Monarquía que cristalizó en los años cuarenta del siglo XVII en la sublevación de Cataluña y la secesión de Portugal, seguidas por las conspiraciones del duque de Medina Sidonia en Andalucía y del duque de Híjar en Aragón. Ésta última trató de quebrar la autoridad de Felipe IV y fue liderada, según las crónicas, en 1648 por don Rodrigo de Silva Mendoza y Sarmiento, V duque de Híjar. Interpretada como un intento secesionista, ha pasado a la historia como un golpe que pretendería instaurar una monarquía independiente en el Reino de Aragón.
Hoy nada en el castillo recuerda al noble morador de sus estancias, el primer independentista español cuyo plan se fraguó en dos partes. En una primera intentaría que el duque sustituyera a don Luis de Haro como valido de Felipe IV. En caso de fallar, se procuraría la entronización de Híjar como rey de Aragón, para lo cual se contaría con la ayuda del rey de Francia quien, a modo de recompensa, recibiría la Navarra española, el Rosellón y la Cerdaña, consintiéndose, de igual forma, la separación de Cataluña excluyendo Tortosa y Lérida que pasarían a formar parte del reino de Aragón. Con el dinero obtenido por venta de Galicia a Juan IV de Portugal, se intentaría comprar al ejército real de Cataluña que, uniéndose a Aragón, atacarían a Castilla.
En los planes de los conjurados se pensaba, incluso, en raptar a la infanta María Teresa, castillos en el aire que terminaron con parte de los conspiradores ejecutados y el duque de Híjar en la cárcel de León . Nueve años antes era el poeta Quevedo quien llegaría a la ciudad para ser enclaustrado en el convento de San Marcos. «Era una cruda noche esa del 7 de diciembre de 1639, en la que el escritor fue custodiado durante cincuenta y cinco leguas a pelo, sin ropas ni dineros, para ser metido en un aposento aún más frío de este claustro leonés»...
En 1877 el castillo se reforma y pasa a ser prisión y correccional y, con la llegada de la II República, el edificio es declarado Monumento Nacional. Durante la Guerra Civil y la posguerra los presos estaban hacinados en esta cárcel. En 1962 deja de ser cárcel y permanece abandonado hasta que en 1982 se reconvierte en Archivo Histórico Provincial. Ahora guarda en su interior auténticos tesoros
Las obras de remodelación de este edificio se iniciaron a finales de 1980, siguiendo la filosofía de adaptar los edificios nobles de las ciudades para aprovecharlos con fines culturales. Años después comenzaron las obras para transformarlo en Archivo Histórico. Los cubos fueron divididos en varios pisos y en la primera planta se acondicionaron diferentes salas para investigadores. En 1984 se adaptan las instalaciones de la Prisión Provincial a Archivo,proyecto reformado Eduardo González Mercadé. Pasando a depender del Ministerio de Cultura. En 2009 se restaura el torreón «Torre del Conde» debido al estado provocado por el «mal de piedra» de la caliza que recubre el torreón medieval y se restaura el lienzo interior de la muralla del patio de los hombres.