Las otras Bestas de Barjas
Barjas, uno de los municipios de los Ancares Leoneses, recoge la estela de su fama como escenario de la película de Rodrigo Sorogoyen en un bosque de castaños poblado por personajes fantásticos salidos de la mano de Antonio Álvarez ‘Tono’ y Fernando Pardo Novo. Son las otras Bestas de Barjas.
L as curvas de la carretera de Barjas se van difuminando a medida que el coche se adentra en el paisaje boscoso. Los verdes lo dominan todo y ofrecen el frescor que la ola de calor está dispuesta a absorber sobre el asfalto. Son diez kilómetros de los largos, con pendientes dignas de los ciclistas que han coronado el puerto de la Escaleira.
Hay que dejar a la derecha el pueblo de San Fiz do Seo y más adelante la Herrería. Los otros enclaves que preceden a la llegada a la cabecera del Ayuntamiento de Barjas y que pertenecen al mismo son Serviz y Güimil. Albaredos, Barrosas, Busmayor, Campo de Liebre, Corporales, Corrales, Cruces, Hermide, Moldes, Mosteiros, Peñacaira, Quintela y Vegas do Seo —por estos confines de El Bierzo oeste se habla sobre todo gallego— completan el mapa municipal. Busmayor es famoso por su hayedo y los versos que lo bendecirán una vez más el próximo 10 de agosto.
La Herrería de Serviz, que conserva el caserón señorial, el pozo y el banzado donde se recogía el agua; la iglesia de Santa Marina de Barjas, construida en 1777 por Pedro Álvarez; la iglesia de San Lorenzo de Corrales; la capilla de Santiago de Vegas do Seo, del siglo XVIII, la ermita de Santo Tirso, en Moldes y la capilla de San Bartolomé en Quintela son algunos de los atractivos patrimoniales que se pueden disfrutar en el municipio.
Abrazado por castaños centenarios, muchos de ellos bravos, el caserío de Barjas aprovecha las pendientes de un estrecho valle que atraviesa el río. Tres molinos alineados por su cauce toman agua del manantial de Fuente Salgueiros.
En la plaza, una placa recuerda que en Barjas se rodó As Bestas. Los manantiales de triple función, con fuente, abrevadero y lavadero son otra singularidad etnográfica que el visitante puede disfrutar en medio de un silencio infinito que solo rompe la radial con la que un vecino se afana en alguna obra.
En una de las empinadas calles que van a parar al monte un cartel sorprende al caminante: «Talla de madera. Megaserpiente Raqueleta a 150 metros». La pendiente termina en un soto de castaños y lo primero que sorprende es la figura de un buho tallada sobre madera de castaño muerto y encajada en un castaño vivo junto con otros elementos que la vista irá descubriendo a medida que se acorta la distancia.
Detrás del árbol aparecen dos hombres, uno a pie y otro en un vehículo con remolque. Son Antonio Álvarez, Tono, y Fernando Pardo Novo, dos artesanos de la madera y padres de las criaturas fantásticas que pueblan el soto. «Es el comienzo de un parque temático de castaños centenarios», aclara Tono, quien a la pregunta de cómo se va a llamar responde: «Estamos pensando que Las Bestas, por la fama de la película...», afirma.
Las Bestas de Barjas de este soto de castaños nada tienen que ver con la trama que Rodrigo Sorogoyen puso sobre el tapete de estos montes. Más bien al contrario, Las Bestas de Barjas son seres que surgen de los castaños sin que sus creadores sepan de antemano qué serán cuando la obra esté terminada. Por eso los llaman «Un si sale». Hasta ahora han salido, además del buho, un cérvido buey, un zorro y la Megaserpiente Raqueleta que se desliza sobre el soto con su lengua degustando el mullido de helechos y hojas. El nombre de este ser, que es el más figurativo que ha salido hasta ahora, también tiene su historia. «La hija de Fernando se llama Raquel y le habría querido poner el nombre de Rigoleta, por unos dibujos que veía en la tele», explica Tono. Por precaución ante posibles de derechos de autoría, decidieron hacer una simbiosis de Raquel y Rigoleta y salió Raqueleta.
A la entrada del soto de castaños centenarios hay un tronco muerto para el que ya tienen dibujado un destino como banco en el que descansen los visitantes. La idea es continuar con el parque temático con nuevas figuras que saldrán de tocones y troncos muertos para «transformarlos en esculturas, en arte en este paraje de castaños centenarios», dice Antonio Álvarez.
Los van recogiendo de otras zonas del bosque y los acercan a este soto que está casi metido en el pueblo o el pueblo en él, muy cerca de una de las fuentes que sirven para que beban las personas, los animales y también para hacer la colada.
Antonio Álvarez, natural de Quintana de Fuseros, está casado con una barjazana desde hace ya más de siglo. Las estancias durante el verano y más espaciadas en el otoño e invierno han estimulado una afición que cultiva desde niño. El amor por los castaños lo ha ,cuajado, además de en las muchas esculturas que ha hecho, en el libro ‘El castaño autóctono del Bierzo’. Pronto presentará también su nueva publicación ‘El brezo, Tono y Rita’ que cuenta una historia de infancia.
Tono es aficionado también a tallar versos que ha incorporado a sus obras como estos dedicados al magosto: «Ya es otoño. Han caído las castañas para hacer el magosto / que acompañadas del vino, que ya no es mosto / que reúne familias, amigos y forasteros y forasteras / el magosto es tradición, es gastronomía, es alegría, es poesía, es verso/ Las castañas asadas para el magosto / cocidas en las cocinas de los mejores chef / en pastel para golosos, en almibar manjar de dioses / en turrón y rosquillas una maravilla / en magdalenas y bizcocho todos los días, más o menos, a las ocho... No es tiempo aún de magosto pero las flores de las que se hacían los gancios o aguzos para alumbrar ya andan por los suelos como preludio de los erizos.