Afición leonesa a los dados
Cada juego tiene su afán. Y su tiempo. Y su espacio. El juego de las chapas, por ejemplo, es muy popular en el centro-noroeste de España, en León en concreto, y se asocia tradicionalmente a la Semana Santa. Las leyendas populares y algunos textos escritos hablan de partidas en que se pusieron en juego importantes sumas de dinero, propiedades, incluso algún miembro de la familia. Se supone que haya más de ficción que de realidad, pero vaya usted a saber… Ganancias históricas, ruinas sonadas y definitivas y corros singularmente renombrados. Su ejercicio forma parte importante de la historia del juego en esta provincia. También, cómo no, de la leyenda urbana.
En la tradición lúdica del juego de los cuartos leoneses algunas referencias aparentemente sin importancia parece que no lo son tanto. es una leyenda bastante conocida entre nosotros que apunta a los tiempos de los tercios de Flandes (1516-1713). Uno de sus capitanes, amante de vinos, mujeres, juegos y nocturnidades, gastaba sus dineros en las numerosas tabernas y tugurios ubicados en las calles, estrechas y oscuras, que desembocaban en la catedral. Hasta que prácticamente lo perdió todo, especialmente en el entonces popular y polémico juego de los dados. De regreso a casa aquella noche, torturado por el arrepentimiento y la rabia, tiró los dados con fuerza. Pasaba justamente frente a la catedral. Uno de aquellos objetos de juego e infortunio fue a golpear la frente del Niño que, en brazos de la Virgen ——, formaba un conjunto de reconocida devoción en el parteluz de la puerta norte. En la cabeza del niño se abrió una herida de la que comenzaron a caer gotas de sangre. A la vista del hecho, el capitán lloró amargamente. De su boca salieron palabras de angustia y arrepentimiento.
Uno de los elementos distintivos de las leyendas es que a veces contienen protagonistas o hechos reales. En el relato legendario al que me estoy refiriendo parece que la veracidad descansa en la afición leonesa a los dados. Lo que ocurre es que la memoria se pierde o se esconde. Es una de las consecuencias del paso del tiempo. Una lectura casual de la voluminosa Crónica de España, editada en 1988 por Plaza & Janés, anota en 1537: .
Puede ser una pista. Aquí la dejo por si alguien quiere seguirla. Buenos días.