Diario de León

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Me pregunto qué estará pensando Plácido Domingo. O mejor, qué estará sintiendo. Y me refiero al íntimo sentir. Siempre me ha parecido, a través de las entrevistas, un hombre de gran calidad humana. La felicidad profesional debe aproximarse mucho a su logro: ser querido por hacernos felices a los demás. Es un referente mundial del éxito merecido. Ahora, unas acusaciones de presunto acoso sexista en el pasado y de abuso de poder sobre las mujeres que lo rechazaban amenazan su buen nombre, en la recta final de su extraordinaria carrera. Porque sé admirar no necesito idolatrar. Doy por hecho que tiene defectos, los que se le acusan u otros. Lo que importa es que la luz sea mayor que la sombra, sin querer decir con ello que los logros artísticos lo justifiquen todo. Tolkien consideraba que las biografías no suelen contener la información que más explica al biografiado, que es su obra. Creía que la capacidad de generar belleza procede de la parte que no ha sido corrompida por los defectos y puso el ejemplo de Beethoven. Al tenor y director le están anulando actuaciones. ¿Castigamos sus presuntos defectos silenciando sus probadas virtudes? Resulta arbitrario. A veces, ni siquiera los hechos incluyen toda la verdad.  

Don Quijote al despedir a Sancho para que gobernase la ínsula Barataria le aconseja que al impartir justicia, ante la más mínima duda, se decante por la misericordia. Si subes alguien a un olimpo, si lo deshumanizas para idolatrarlo, cuando te decepciona no le invitas a bajar… lo echas a patadas. Qué mundo tan inmisericorde estamos creando, aunque, sin duda, a más poder mayor es la obligación de rectitud.  

Domingo ha estado desafortunado en la expresión «las reglas han cambiado», plasmada en su comunicado. Entiendo lo que ha querido decir, pero nunca fue un juego si una parte se sintió vejada. Ainhoa Arteta ha salido en defensa de la honestidad de su amigo, quien se le insinuó hace 30 años: «Aceptó a la primera mi negativa, y sin consecuencias», según ha contado. ¿Cómo ha de sentirse el tenor? Muy triste, supongo. Quizá, en dicho íntimo sentir se acordará del título del bolero Ayúdame Dios mío , que incluyo en su disco latino. Verdad y compasión, maestro. Tal su voz es.

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