Hiperzenzibilidá
Gallinero alborotado es lo que somos. Calma, por favor. Nadie se entiende porque nadie escucha.
Callad el teléfono. Apagad la boca. Poned la oreja. Hay que escuchar. Aburre tanto monólogo de ombligo.
¿Qué está pasando?... Es como si todo el mundo estuviera buscando con qué ofenderse y, así, poder darse personalmente por ofendidos aunque el motivo sea ajeno o lejano. Es como si todos tuvieran heridas sus sensibilidades. Y así todos pueden sentirse víctimas de un «tocamiento» en la ópera de Boston o de los plásticos en el mar Egeo. Es decir, hay una obsesión general por buscar en las escombreras del día o detectar por ahí todo aquello que nos ofenda y, a continuación, estar sobrados de razón para responder con toda la artillería a mano: la voz alta, el insulto, la befa vil, el infundio, la mentira digital... y venga más alboroto al gallinero. La globalidad anima a ello buscando cada cual su campanazo planetario, ese trending topic de las pelotas.
Total: ruido, mucho ruido.
Y cabreo, indignación a granel.
Ezo é hiperzenzibilidá, dijo la guardeza de la deheza de Caztrohinoho.
Díaz Ayuso, por ejemplo, delató muchos nervios el otro día al responder a la andanada que le lanzó Errejón sobre su inmadurez parlamentaria, por otra parte evidente, y se rebrincó tan ofendida por ello, que le imputó directamente de machista por decir eso de ella «como mujer»; y le acusó además de intelectual con el retintín de desprecio que suscita esta palabra en la corrala española -ez uzté un inteletuá, inzizte e inzulta la guardeza-, supongo que por su vehemente retórica de profesor sobradito, que ahí lo borda Errejón.
Escudándose en su condición ¿puede hoy una mujer hacer pasar por machismo y agresión de género cualquier descalificación o reproche que hayan podido merecer sus actos o palabras?... pues lo parece... ¡y es tan infantil!: «uy, lo que me ha dicho, vas a la seño».
Atrapada en la evidencia, la de Ayuso fue una salida por tangente herida... e hipersensibilidad teatrera, como apunta esa guardesa de Castrohinojo.