El problema de las competencias sigue lastrando a la Diputación
El relevo político en la Diputación reabre un debate que parece que se ha enquistado en la institución. Los presidentes se suceden y también los anuncios de que se solventará el problema de las competencias impropias, una situación que lastra las cuentas de una administración que dedica demasiados esfuerzos materiales y humanos a atender asuntos que desde hace tiempo deberían estar en otras manos. Las diputaciones heredaron del franquismo una situación de irregularidad porque de algún modo habían parcheado la ausencia de servicios tan fundamentales como la sanidad, la cultura o el bienestar social. Incluso años después se realizaron inversiones faraónicas centradas en las ciudades, en lo que suponía ahondar aún más en ese problema de dedicarse a lo que no era su fin. El caso del Edificio Pallarés en León fue finalmente solventado con un traspaso para que albergase el Museo Provincial pero a estas alturas aún existen un elevado número de asuntos que siguen lastrando la Diputación, que tendría que centrarse fundamentalmente en mejorar la calidad de vida de los vecinos de los pueblos. El nuevo presidente Eduardo Morán quiere solventar el conflicto. Pero no lo tendrá fácil. En la Junta —directamente implicada en el problema de las competencias impropias— la respuesta hasta el momento ha sido tibia e intermitente. Ahora sería importante que se alcanzase un nivel de diálogo sosegado y eficaz como nunca se ha producido, incluso cuando existía coincidencia de siglas políticas en las instituciones. Los ciudadanos premiarán las soluciones más que las puyas partidistas.