Willy Loman hace parada en Torneros
No parece que Torneros vaya finalmente a traducirse en plataforma logística. Todo indica que las musas no abandonarán su evanescencia para materializarse en teatro y León seguirá siendo un poco como Willy Loman, el fracasado que nunca representará otra obra que la de sus esperanzas frustradas. No somos nosotros, es la vida, que nos obliga a adoptar siempre el mismo papel. ¿Para qué aprender otro guión cuando este lo representamos con tanta maestría? No busquen responsabilidades en los que no la tienen. Los culpables no son los que hacen promesas vagas, no, quienes dicen que primero se requiere el empuje empresarial y que la administración llega después. La edad de la inocencia ha pasado. Somos tan mayores que nos hemos vuelto invisibles incluso para un Gobierno que sigue en campaña electoral. No hay recovecos en la frase del ministro —«el enfoque que estamos dando a los centros logísticos en toda España se centra en atender a las necesidades reales de las empresas para generar actividad económica y empleo reales en el territorio»— aunque si alguno milita aún entre las filas de los creyentes, ahí va la traducción: nunca se hará porque León se ha hecho viejo, ninguna empresa le quiere ya y sus contactos no le sirven de nada.
El viajante de Arthur Miller tiene muchos más puntos en común con León de lo que el ministro pueda pensar. A veces, el subconsciente es demasiado poderoso como para tener que explicar nada más. Más que viajante, en este caso, deberíamos adoptar el significado real del título y decir vendedor, tendero, si quieren, que es en lo que nos hemos convertido, en un triste mercachifle de baratijas al que de vez en cuando compran por caridad. Al final nos ocurrirá como al protagonista de la obra y alguien se lamentará de que nos hemos ido a morir cuando el piso ya estaba pagado. Puede que nuestros sueños también estén equivocados.