Cerrar

Creado:

Actualizado:

La foto de familia de la inauguración del año judicial es una estampa en sepia con olor a alcánfor. A la Justicia, que se libró de una purga necesaria durante la Transición, tampoco llega la renovación para que sea un faro en favor de la igualdad de género en la sociedad.  

Y no se trata solo de las formas, de la imagen obsoleta y machuna de la foto de los doce señoros con el rey, sino también del fondo. De cómo aliñan las sentencias con prejuicios machistas. De cómo humillan a las víctimas y lanzan mensajes de aliento a las manadas.  

Un ejemplo bien cercano es la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que absuelve a un hombre condenado a seis años en la Audiencia Provincial de León por una agresión sexual.  

Dice el tribunal que la chica denunció el caso para no quedar ante sus amistas «como una cualquiera», «una mujer fácil» o, en el colmo de la estupidez, por el temor de quedarse embarazada o haber contraido una enfermedad de transmisión sexual.  

El tribunal que preside José Luis Concepción desde tiempo inmemorial y que ni siquiera ha mirado a los ojos a la víctima —cosa que sí tuvo oportunidad la Audiencia de León en el juicio oral— dice, con argumentos de esta guisa, que el testimonio de la joven es inverosímil. Y ante la duda, el acusado lleva de las ganar por el principio de in dubio pro reo.  

Si la duda corroe al tribunal, no necesita utilizar razonamientos extermporáneos como los que figuran en la sentencia, que insultan a la inteligencia y a la dignidad de las mujeres en general y de la víctima en particular. El fallo no es firme, así que ahora queda en manos del Tribunal Supremo la decisión final.  

Como contrapunto, la Fiscalía General del Estado reconoce por primera vez en su memoria anual lo que el feminismo alerta desde hace tiempo: Que el consumo de porno entre los jóvenes, incluso menores, alienta la violenca sexual sobre las mujeres.  

Llueve sobre mojado en la Justicia y sobre urbanizaciones construidas en zonas inundables en el Levante cálido y próspero. Somos un país de extremos. La revancha de la gota fría llega cada ciertos septiembre agudizada por el cambio climático que aún se atreven a negar los Trump o los Bolsonaro.  

Pedro Sánchez contempla la catástrofe desde el helicóptero en un descanso del juego de cocinitas electorales que le entretiene en estas primeras semanas del nuevo curso. El chef Sánchez ha puesto en la olla a presión todos los garbanzos con la idea de aniquilar a Unidas Podemos con un vuelta y vuelta a las urnas. Malo será que se queme el cocido... y tenga que comer ajo y agua.  

O quitarse la careta y hacer gobierno con Ciudadanos. O con el PP. Si después de más de tres meses no ha alcanzado un acuerdo con Unidas Podemos no es previsible que la química resurja tras unas nuevas elecciones. Con encuestas y resultados favorables al PSOE en una hipotética —y cada vez más real— cita electoral, quieren borrar la foto electoral del 26-M. La voluntad de 12 millones de votantes para dar paso a un gobierno de izquierdas. Y una vez que la borren definitivamente, con la ayuda de la torpeza de Pablo Iglesias, nos convencerán de lo que mejor para el país es un gobierno moderado o de concentración porque la situación (que ellos mismos han creado) es insoportable.  

A escala local las cosas son de manera muy diferente. El PSOE pacta un sillón sin programa con el concejal de Podemos en el Ayuntamiento de León. Y Pastrana se ha sentado en la poltrona sin rechistar. Nada se ha dicho del modelo de participación que han pactado, si es que han negociado algo. Se ha hablado de sueldos, de algún contrato y de disciplina de voto, lo cual le convierte en un concejal del PSOE de facto. Sólo le falta el carné. Mal empieza una Concejalía de Participación Ciudadana si no comparte con la ciudadanía las medidas del pacto. Y peor si negocia al margen del partido por el que fue elegido, sin luz ni taquígrafos. Otro gallo para la colección.