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La vuelta del verano tiene un despertar resacoso de domingo por la tarde con todo dormido y las cosas por hacer. El bucle de septiembre nos atrapa de nuevo con debates que parecían superados por la rutina hasta sumirnos en el hastío. Cuando ya se había resignado todo el mundo a que el aeropuerto de La Virgen del Camino fuera solo la parada final de la ruta del colesterol para los vecinos del pueblo, aparece el consejero de Fomento y Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez Quiñones, para avisarnos de que no hay de qué quejarse porque el aeródromo presenta una realidad tan boyante que incluso anota más vuelos que el de Valladolid. Atronan los aviones sobre los tejados, se suceden las entradas de conexiones internacionales, se atraganta la megafonía para avisar a los pasajeros de que está a punto de cerrarse el embarque, se multiplican las salidas en las pantallas de información, pero no nos habíamos dado cuenta porque andábamos más preocupados de mirar para abajo, para no tropezar con las trampas que nos ponen, que para arriba, donde dibujan siluetas las administraciones en las nubes para que nos entretengamos en descubrir qué forma tienen.

El aviso de Suárez Quiñones para que pidamos pista de despegue da vuelo a las castillas en el aire con las que la Junta ha jugado a nublar el horizonte del aeropuerto leonés. La negativa de la administración autonómica a participar en la promoción de la infraestructura de La Virgen del Camino recuerda a aquellas tardes en las que desde Valladolid se negaba la posibilidad de incentivar a las compañías para que se instalaran, mientras por detrás se depositaban cerca de 20 millones en la cuenta de Ryanair para que aterrizara en Villanubla, donde también se centralizaban todos los vuelos del Club de los 60 hasta que fue tan vergonzosa la política de discriminación que decidieron ceder un poco a las colonias. Esas operaciones de jubilados son las que permiten mantener unos números de actividad en León, donde durante años el consorcio jugó a regalar billetes a compañías de coge el dinero y vuela, como aquel Lagun Air con el que el socialismo progre -el que ahora se olvida de reclamar al Gobierno- probó sus alas a partir de insuflar cheques en blanco a Santos Llamas y Tejera. Ahora, se trata de encontrar un horizonte en el radar para entender de una vez que el futuro se atisba en la entrada de turistas, no en una oferta para que los leoneses nos vayamos de vacaciones, y en explotar las instalaciones como terminal de mercancías. Si es que hay espacio aéreo entre tanto tonto que nubla el cielo.