Jilguerito de granja
Me hagas caso, rapaz, escucha esto: si andas buscando salidas o discurriendo futuros, ponte a criar jilgueros, porque su caza -todavía permitida en algunas comunidades- no tardará en ser rigurosamente prohibida porque Europa se cansó de darnos ultimatums y la ley de la estaca nos caerá en breve crujiéndonos.
Adiós, jilguero cautivo, adiós. Todos se alegrarán de verte libre de ligas, reclamos o trampas... y libre volarás, aunque vivirás tres veces menos que en tu hotelito de rejilla donde no hay estrés ni miedo perpetuo a los depredadores de campo abierto, sino alpiste siempre ahí, agüita fresca, lechuguita... y hasta periódico, ¿no te ponen un recorte en la jaula para recoger tus cagaditas y lo vas leyendo mientras tanto?...
Adiós a la histórica estampa ibérica del jilguero enjaulado que, con buen tiempo, se le saca a la puerta de la casa encalá bajo parra o sombrajo para que ese «sietecolores» se pase el día enhebrando peroratas a la brisa que circula; y en invierno: salita o cocina, calentito, trinando agradecido. Si en su vida silvestre viven tres o cuatro años, en jaula llegan a doce; ¿qué jilguero lo despreciaría si pudiera elegir?... y si en esa cómoda y regalada cautividad tiene además jilgueras dando gozo a su mandato reproductivo, ¿qué más puede soñar un jilguero? ( solterito y cuarentón, ¡qué suerte tienes, cabrón! ).
Has de andar listo, rapaz. No podrán cazarse jilgueros, pero sí criarse. Ponte a ello, habrá mercado limpio y hay que ser de los primeros, no te duermas. Pasa del animalista picudo que condene su cría o del fino que diga «jilguero de granja», pues gracias a esto la especie tendrá ahí un bastión, una otra vida, y vida es lo que se busca, ¿no?... Quizá así vuelva la amable estampa de la barbería alegre donde al jilguero le da réplica ese laúd o guitarra con que siempre fueron finos los barberos. O que nos valga ese jilguero para copiar la costumbre china de todo preso al salir de la cárcel: comprar un pajarito y soltarlo. ¿Y quién no está preso en alguna cárcel aquí?... hale, que suelte un jilguerito al salir (abran paso a divorciados).