Peaje perruno
El alcalde de Zamora ha anunciado el peaje al perro, una nueva tasa con la que trata de resarcir a los que padecen (padecemos) la falta de civismo de los dueños al salir a la vía pública. Soy muy fan de la segmentación del impuesto porque esta sociedad se orienta cada vez más hacia una cultura de uso.
La propiedad es una manía que pierde adeptos y hay que recompensar al que comprende que venimos con las manos vacías, desnudos, sin nada y que no hay nada mejor que nadar con la corriente, dar la razón a la vida, y a la muerte, porque nos vamos de aquí con las manos vacías, desnudos, sin nada. ¿Para qué empeñarse en creer que podemos ser propietarios? Yo les contesto: quieren que paguemos por ello. Así que, ni coche, ni vivienda, ni perro; que apuren ellos, los que lo tienen, y por favor, instauren la obligación fiscal para que apoquinen a la hacienda común los que muestran su ausencia de contención intelectual cada vez que sus perros tienen un desahogo intestinal en la vía pública. De día en día hay más personas humanas (lo digo para no ofender a los que llaman personas de otras especies a las gallinas) ofuscadas por la relajación de la inteligencia.
Es como si su animalismo les provocara una conjunción neuronal con sus semejantes canes, gatos o liebres que sigue una peligrosa trayectoria de la que los medios de comunicación no están exentos. No es para menos. Antes, a los freaks se les mostraba en circos, mientras que ahora se les permite entrar en el circuito del circo mediático.
Es en cierta forma lo que Elías Canetti adelantó en Masa y poder. Sí, esa masa que ahora adopta la forma informe del mejor amigo del hombre quiere crecer, ser más, más grande, más poderosa, más avasalladora y para lograrlo sabe que tiene que acabar con el bacilo de la individualidad. Todo vale para multiplicarse cuando sabes que por ti mismo no sumas demasiado. Pero, me disperso. A lo que voy. Yo sólo quería mostrar mi reivindicación de aprobar impuestos que me dejen andar la calle sin mancharme de estiérco