Los 'it boys'
La usábamos para asimilarnos a un determinado grupo. Los más valientes la lanzaban como un escupitajo contra el orden y la convención. Antes de ‘afeitar’ a la reina con un ligero silabeo de la ‘s’, Sex Pistols usaron los tirantes, las cadenas y las Converse como un símbolo del poder de la clase obrera.
La moda ha servido a lo largo de la historia para encontrar la identidad, para excluir y para excluirse, para trepar en la escala social, para controlar a la masa, para engañar y adormecer conciencias.
Hay culturas enteras que se sirven de ella como un método de sumisión. El velo y las variantes que los mulahs de todo pelaje imponen a la mujer son un ejemplo de la importancia que la ropa tiene para castrar, para enjaular y domar voluntades.
Tengo un amigo que dice que quien más hizo por la igualación social no fue Karl Marx sino Marks &Spencer. El juego fonético hace más gracias en inglés, pero cualquiera puede entender las derivadas que ha tenido para el terremoto social la llegada de Zara. El día que la moda se hizo accesible a todos, todo cambió. Y cambió hasta el punto de que el calcetín se dio la vuelta en lo alto de la cúspide.
Los cientos de miles de desheredados que deben ponerse cada día la corbata no se diferencian tanto del obrero atado a un mono gris que recibía su jornal al final del día. Ese traje al que sólo unos pocos podían acceder es ahora la cadena del nuevo precariado.
Miren a los que mandan, a los que mandan de verdad. Miren a Jeff Bezos, al fallecido Steve Jobs, a Sundar Pichai, a Mark Zuckerberg, a Sayta Nadella, a Elon Musk… miren a todos los que logran que les regalemos la materia con la que se crea el nuevo mundo y verán que no se paran en frivolidades.
Todos ellos llevan uniforme, el hábito de estos nuevos brahmanes, la casta que no necesita la moda para demostrar que está a un paso de convertirnos en intocables.