Decapitados
La capital de una región es el corazón o, según las nuevas teorías médicas, el intestino que mantiene el organismo en marcha. Que Castilla y León no la tenga sólo refleja que no evacúa todos los detritus que genera, sobrevive como un cuerpo enfermo, incapaz de aprovechar los nutrientes, a punto de colapsar en un fallo orgánico. Los más optimistas dirían que la eutanasia es una obra de caridad, pero todos sabemos que la iglesia está en contra del libre albedrío.
Así que toca rezar a la espera de que el moribundo fallezca o encuentre la manera de comprender que la única posibilidad que tiene es rendirse a la evidencia. Que Valladolid sea o no capital es asunto cerrado hace cuarenta años, pero que salgan ahora con esto sólo demuestra que los datos que manejan el alcalde Puente y los concejales Del Olmo y De Santiago Juárez—otrora ‘consejeros de las nueve provincias’— son poco edificantes para el futuro de su ciudad. Valladolid tiene las Cortes, todas las consejerías, todas las empresas públicas, la Perla Negra, la Fundación Siglo, la de Villalar, Boecillo —que es el lugar en el que desemboca la Consejería de Economía y Empleo—, en breve tendrá el parque agroalimentario, acapara la Delegación del Gobierno, la Delegación Especial de la Agencia Tributaria... ¿Es o no la capital? ¿Por qué, ahora? Esta neurosis sólo puede responder al temor a ser castrado, una emoción tan difícil de ocultar como la risa, que es lo que genera toda esta astracanada.
Tantas y tantas palabras volcadas para no decir nada, tantos afanes para terminar en vía muerta... Si todo esto no es fuego amigo es porque piensas que la crisis que está a punto de llevarse por delante los restos de la España vacía puede ahogar los millones invertidos en la meseta. Y si de verdad quisieras que Valladolid fuera la capital de Castilla —el duque de Lerma no muere nunca— habrías propuesto que la birregionalidad se respetara con todas sus consecuencias. La buena noticia es que mientras las intrigas se representaban, el presidente se quitaba las gafas.