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La presidenta de la Comisión Europea vivirá en un miniapartamento de 25 metros cuadrados junto a su despacho. Quiere ahorrar en hoteles, conductores, seguridad, no ayudar a los atascos de tráfico... todo un caso impensable en este país, en el que la aspiración laboral más generalizada pasa por tener un iphone, visa oro y chófer pagado por otro, sea quién sea.  

En el Vaticano la lió el papa argentino, cuando se apuntó al peronismo de su patria y dijo que quería vivir en una residencia conviviendo con el resto de visitantes más o menos estables del epicentro de la Iglesia mundial. Desde entonces, cada día, toca realizar el complejo traslado del VIP con todo el despliegue de seguridad necesario hasta el despacho de trabajo que es contiguo al apartamento donde vivían sus predecesores. El jaleo es tan notable que los usuarios de esa residencia hace tiempo que hicieron las maletas para recuperar la ‘pax romana’.  

Aquí, en Castilla y León, se lío también hace unas semanas porque el actual presidente de las Cortes quería usar el apartamento de 80 metros cuadrados que ni diseñó ni ordenó preparar, pero está disponible junto a su despacho. Le cayó la del pulpo en una curiosa Comunidad en la que cada tarde y cada noche ruedan con efecto centrífugo numerosos coches oficiales llevando a todo tipo de cargos para que duerman con su familia. Incluso algún director general ha viajado a diario a casa durante años imponiendo a las arcas públicas un gasto de más de dos horas de combustible y de conductor —sólo en la ida—, sin apiadarse de ese planeta que ahora nos dicen agoniza por los combustibles fósiles.  

La profusión de todo tipo de saraos provoca que cada día se generen ingentes cantidades de huella a la Tierra con diversidad de políticos de primera, segunda, tercera... fila que representan, por ejemplo, a la Diputación. Y cito esa institución porque en su día se hizo con un piso en León para evitar que sus presidentes tuviesen que recorrer tantos kilómetros, aunque curiosamente era cuando la dirigían vecinos de la capital, por lo que la vivienda -ésta sí que bien grandecita— acabó en manos de un okupa, o al menos así se le consideraba.  

Aquí, en la provincia, tenemos para ese historial de coches oficiales incluso algún accidente mortal... pero eso es cuestión de otro carril por el que hoy no queda espacio para circular...