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Nos acerca ya el frío a las noches de lumbre en la guarida. En casina, como Dios. Es la nuestra casa, la  casa nostra , la fuerza del clan con todos ahí y la memoria familiar colgada por las paredes con la «ley de la omertá» servida en bandeja o en patíbulo, chsssss... Casa en Olot o Tarrasa, Reus o Mollerusa, con bandera estelada colgando de una vieja litografía de la Moreneta que todo lo bendice rodeada de ángeles con espadas de fuego y constituidos en comité de defensa republicana con barricada de oraciones incendiarias. Y en el aire de la guarida, la convicción emocionada de que las batallas se van ganando y que la guerra ya solo puede tener un final:  Cataluñacasa nostra ; y la ¡indé-pendén-ciá! nos devolverá la  Cosa Nostra , como bien sabe el resto clientelar y votante del viejo  pujolisme  que, una vez orillado en falsete su corrupto mentor, volverá absuelto al mondongo.  

De momento, sus cachorros parecen dispuestos a ocupar colegios electorales para estorbar o impedir que se vote allí este domingo -que vote la puta Espanya-; y lo dicen precisamente quienes santifican el «votarem»; y mira la que lían si no les dejan meter papelina. ¿Quién les entiende?... Dios les entiende. En parroquias o monasterios el Señor bendice su secesión y son muchos curas y sacristanes los que no dejan de pedirle la petaca al Estado opresor. Entonces, date por jodido y secesionado; si los curas están detrás, la independencia irá a velocidad de crucero celestial, y ¡al carajo la fraternidad cristiana y la universalidad del católico! El cristianismo tiene su estigma, ¿no es especialista en secesiones?, le avalan veinte siglos sin dejar de romperse creando nuevas iglesias y santos tras ponerle fronteras al cepillo y a una fe que, paradójicamente, es la misma fe que comparten todos sus secesionados, ¡manda cristos!... así que en Cataluña es normal que también la  parroquia  se haga casa nostra, la  universidad  ya sea casa nostra, la  grada  siempre fuera casa nostra y el  Govern  se erija en Cosa Nostra, ¡fuera España del negocio!... y al fin, casa y cosa ni se distinguen.