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Fue hace casi ciento siete años. El doce de noviembre de 1912, el presidente del Consejo de Ministros, el gallego José Canalejas, se paraba ante el escaparate de una librería en una bocacalle de la Puerta del Sol de Madrid. No tuvo tiempo de reaccionar. De pronto, el anarquista Manuel Pardiñas se acercó por la espalda y le descerrajó tres tiros. La muerte fue casi instantánea. Canalejas ni siquiera consiguió llegar vivo al Ministerio de la Gobernación a donde fue trasladado. Las cosas, a partir de ese momento, se sucedieron de forma veloz. Justo esa misma tarde, se publicaba un Real Decreto donde era proclamado presidente interino del Consejo de Ministros el ministro de Estado, el astorgano Manuel García Prieto.  

Aunque nacido en Astorga, Manuel García Prieto se había trasladado pronto a Madrid. Su padre, Manuel Vicente García Cerecedo, era un hombre que había escalado desde sus orígenes humildes en el Valle de Fornela hasta conseguir convertirse en un abogado de éxito en la capital maragata, ciudad desde la que dio el salto a Madrid como diputado en Cortes a donde se trasladó con toda su familia. Su hijo Manuel, por tanto, se educó desde muy joven en la capital de la Corte llegando a convertirse en un prestigioso abogado con una carrera meteórica. La lejanía tan temprana de su tierra natal, sin embargo, no evitó que terminara «heredando» de su padre el cargo de diputado por Astorga en aquella España de la Restauración y el caciquismo.  

A pesar de todo, no le faltaban dotes a Manuel. Antes de llegar a presidente, tras la muerte de Canalejas, ya desempeñó el cargo de ministro en diversos gobiernos del partido liberal. Precisamente fue durante el ejecutivo del malogrado presidente donde el astorgano tuvo una destacada actuación en las negociaciones con Francia para la creación del Protectorado de Marruecos, lo que le valió el marquesado de Alhucemas y el cargo de senador vitalicio.  

Tras el asesinato de Canalejas, Manuel García Prieto fue presidente por apenas unos días. Su enfrentamiento con el presidente del Congreso, el conde de Romanones, lo impidió. Sin embargo, el de Astorga volvería al cargo más adelante en cortos períodos de tiempo en medio de la crisis del sistema de la Restauración, formando parte de la nutrida presencia política leonesa en Madrid durante aquella época. No hay que olvidar la enorme influencia política de poderosas familias como los Gullón, los Merino o los propios García Prieto en el Madrid de aquel tiempo. Una influencia que, sin embargo, tendría poca trascendencia en León. El clientelismo respecto a las estructuras nacionales de sus partidos les llevó a poner sus intereses y objetivos muy lejos de la tierra que los vio nacer.