En la burra
Tiene que ser cómodo ir subido en la burra. De hecho, muy poca gente quiere bajarse porque eso supone ponerse a caminar, hacer un esfuerzo a mayores que no sea solo ir balanceándose mientras se disfruta del paisaje. Debe ser algo parecido al poder: el que va arriba, el que tiene la sartén por el mango, no suele querer pasar el testigo. Supongo que, también, por comodidad.
Lo digo porque me pasma el ansia de poder que se ve en el ámbito político. Y no sólo aquí en España, un país en el que lo de dimitir se ha visto demasiado poco, sobre todo en las altas esferas políticas. Nadie está dispuesto a dejarlo a la primera y mucho menos a admitir sus errores, porque reconocer que nos hemos equivocado no es fácil.
Lo veo aquí y lo veo fuera de nuestras fronteras. Mareas de personas protestando en la calle porque quieren un cambio de Gobierno, porque lo necesitan y porque pocas cosas hay tan democráticas como esa.
Guerras civiles, crueles enfrentamientos que dejan muertos y, en muchos casos, que se extienden inexplicablemente en el tiempo. Lleva pasando demasiados años en Siria, por ejemplo. Bachar Al Asad no quiere marcharse y alega una y otra vez que debe combatir a los rebeldes. Pero, quiénes son los contrarios exactamente? Y sobre todo, ¿qué más da eso?
Lo verdaderamente importante es que ha habido miles de víctimas —y sumando— y que hordas de personas han tenido que irse de su país. Niños que caminan durante horas y lloran sin consuelo y sin entender absolutamente nada. Todo por la absurda ansia de poder, por el ‘aquí mando yo’ que es tan típico de las personas que no tienen argumentos.
Y lo veo en Hong Kong, donde el Gobierno ha echado mano de una ley colonial que le permite aprobar “cualquier legislación para mantener el orden”. Y en Chile, donde las protestas en la calle se están reprimiendo de una forma brutal.
Y hasta en Bolivia, donde se acaba de —atención— autoproclamar la presidenta. Así, sin más. Y en todos estos ejemplos los que protestan piden más o menos lo mismo: que se escuche a la gente, pero de verdad. Que los que mandan se bajen del pedestal y pongan un pie en el suelo, en el que pisamos todos. No puede ser tan difícil