EDITORIAL | La sentencia de los ERE debe cerrar una etapa negra para la Democracia
El problema de la corrupción en España ha tenido unos efectos terribles para la Democracia, porque entre sus responsables se ha apostado por una huida hacia adelante y por la vía del «y tú más», que sólo ha servido de empuje para los populistas y para los que intentan cuestionar nuestro sistema de libertades y de convivencia. Ayer le tocó al PSOE, que intentó maniobrar para minimizar el impacto de una sentencia demoledora, contra la mayor trama de corrupción detectada en toda la historia, y además basada en el robo de dinero que estaba destinado a las personas más desfavorecidas y que se desvió todo tipo de prebendas y caprichos. De nuevo fue lamentable el intento torticero de manipular los hechos buscando fórmulas para no aceptar la cruda realidad de lo vivido en este país durante demasiado tiempo.
El respeto a las decisiones judiciales es un deber obligado para todos los representantes públicos. Y lo importante, según las pautas clásicas de la ética, sería el propósito de enmienda. El compromiso sobre que esto no volverá a ocurrir. Quizá todo cambie cuando desde los partidos políticos o sindicatos se vaya directamente al juzgado para denunciar al que mete la mano en el cajón aunque sea uno suyo, en vez de intentar ocultarlo.
En todo esto también hay víctimas inocentes. Esta pugna por señalar al otro ha llevado en ocasiones, con la connivencia de profesionales de la justicia, a buscar una ceremonia de la confusión con el «todos son iguales». Ahora, tras el varapalo al PSOE y el que sufrió hace año y medio el PP, lo importante es que se cierre esta pésima etapa que tanto daño ha generado a nuestra sociedad.