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Manipular empezó siendo «coger a puñados». Después, manejar. Y ahora, tras la impostura vasca de tres arqueólogos en el yacimiento alavés de Iruña Veleia (Nanclares de la Oca, donde la célebre cárcel que uno de ellos conocerá de interno) significará «inventar a lo bobo». Lo hicieron. Es licencia antigua de cronista o doctorado, falsificar pasados para glorificar presentes y urdir futuros.

El director de esta excavación, Eliseo Gil, anunció en 2006 el hallazgo de casi 500 restos arqueológicos -reales, pero vulgares, cascote- sobre los que inventaron dibujos y textos al objeto de «revolucionar la historia de la lingüística y del cristianismo», ya que se atrevieron incluso a esgrafiar con trazo infantil sobre un trozo de cerámica del siglo III las tres cruces del Gólgota para demostrar que la primera recreación del Calvario en el cristianismo se les ocurrió a los vascos. En otros cachos de barro pusieron inscripciones en euskera, «hallazgo extraordinario de trascendencia mundial» al adelantar en 600 años la primera aparición escrita de la lengua vasca. Fue todo un «ahivalaostia, o por  fueros o por cojones».

El 3 de febrero de 2020 se juzgará en Vitoria (16.000 folios de sumario) a esos tres falsificadores de los hallazgos que tanto excitaron el ego nacional de la autoridad vasca y Euskotren hasta regarles con unos milloncejos de euros. Y encantados del lío todos, más orgullosos que nunca de su historia tan diferente y tan superior. Pero más que por delincuentes, que lo son y de buen «grado» (al director de la cuadrilla le pide el fiscal seis años de reja), a estos tipos habría que condenarles por idiotas cum laude y doctores robaperas (solo les faltó asegurar que Jesús era vasco al ser Dios y hombre a-la-vés). Y a los políticos subvencionadores, cagajón de burro, a cesto por barba, devolviendo lo que tan alegremente regalaron.

Pero lo deprimente de esto es su contagio. Hoy, cada comunidad -histórica o no- ansía escribir sus textos y paga a los del manípulo para que trillen bien la vedad y la pinten de coloretes nacionales. Ayer vicio, hoy epidemia.