EDITORIAL | Diez abraza el leonesismo en un momento inoportuno y extraño
El alcalde de León, José Antonio Diez, el mismo que hace sólo dieciséis días acusó al del Valladolid, el también socialista Óscar Puente, de ser «egoísta, oportunista y provocador» por promover el centralismo de la ciudad que gobierna frente a los otras capitales de la comunidad autónoma, a partir de unas declaraciones «que sonrojan y generan agravios peligrosísimos», se lanzó a la arena del debate político afirmando que la provincia tiene «todo el derecho del mundo» a constituirse en comunidad autónoma propia, instando a una «acción lo más importante posible» al implicar en ese desafío a Zamora y Salamanca, bajo la idea de recuperar la identidad territorial y la entidad del Viejo Reino.
En un momento político extraño, su tentativa de abrazar el leonesismo ni siquiera alteró el pálpito a quienes nunca lo han abandonado. Tampoco a sus compañeros de partido en León ni de la dirección autonómica. Zamora y Salamanca rehuyeron también la idea. No se entiende muy bien el porqué ahora, ni qué busca o qué gana Diez con esa proclamación, que no encontró más que la indiferencia de la UPL —«palabras huecas»—, el reto del Partido Popular de llevar una moción al pleno del gobierno municipal para reclamar al Gobierno que cambie la Constitución y haga posible esa aspiración en otro tiempo más fortalecida y la invitación de Podemos a promover el pronunciamiento ciudadano.
Es evidente que la provincia nunca ha encontrado acomodo en esta comunidad autónoma en la que no quiso estar. Y que merece un mejor trato del que ha recibido. Y también lo es que se alzan más voces —particularmente las de Burgos y Salamanca, y además cada vez con mayor frecuencia— contra la excesiva centralidad política de Valladolid. Pero lo que se impone es conducir las relaciones dentro de la sensatez y la serenidad. Y, por supuesto, desde la máxima exigencia en el marco de la justicia y la solidaridad territorial, razón por la que no parece que sea entendible esa impetuosidad más allá de la «frustración» por treinta años de abandono, como justificó el PSOE leonés al oficializar su postura y afirmar que «no es momento de dividir sino de unir».