Que viene el lobo…
Verano muy seco. La maleza de las fincas se convirtió en amenaza real. Y en verdadero peligro, que exige cuidados y vigilancia por parte de los propietarios —últimos responsables, claro— y, en su defecto, de las administraciones, especialmente de las más cercanas. En mi Ayuntamiento de origen, un Bando alertaba de tal necesidad. Y en el caso de que no cumpliesen los propietarios con tal obligación, lo haría el propio Ayuntamiento pasando a los interesados la correspondiente factura por la ejecución de los trabajos necesarios. Me pareció una buena medida para evitar malezas y suciedades, con los consiguientes efectos incluso para la higiene y la salud, además, claro, de la generación de algunos puestos de trabajo de forma indirecta y posiblemente temporal. Si el Bando, sin embargo, no se cumple, queda en papel mojado y tocada la credibilidad de quien lo firma. Llegará el lobo, en sentido metafórico —no culebras, alimañas, roedores…—, y, ante la indiferencia de las repeticiones vacías, ocurrirá seguramente lo que nadie desea. Y vendrán después las culpas y las lamentaciones. Las previsiones son siempre una garantía.
Atajar consecuencias en otros planos, bajo la responsabilidad en este caso de la correspondiente Administración u Organismo. Me refiero ahora a los ríos. Sin salir del ámbito geográfico al que me estoy refiriendo, el Bernesga exige una limpieza a fondo y de urgencia si no se pretende dejarlo seguir creciendo como una gran cloaca. Árboles desbocados, maleza de toda clase y condición, suciedad acumulada e incontrolada, especialmente llamativa en el curso urbano, ofrecen un aspecto de dejadez, aunque lo más arriesgado sea la conversión en verdadero peligro para la salud pública. Me hablan vecinos de Santa Lucía de Gordón de cómo han de estar permanentemente en alerta por la presencia de culebras, ratas y la cercanía amenazadora del ramaje de todo tipo. Me hablan incluso de la posible necesidad de algún elemento de contención que evite, por una parte, este estado, y, por otra, las consecuencias de las habituales grandes riadas invernales.
No sé si el cambio climático, la indiferencia o la dejadez, quizá un poco de todo, lo cierto es que los problemas, añejos no pocos, han de tener alguna solución. La defensa del mundo rural no se puede quedar en palabras. Servicios. Soluciones. Aunque, en el sentido aquí contemplado hoy, también hay ciudades que no están para tirar cohetes.