Sobre casi todo
Antaño, un columnista viajaba a Madrid y regresaba con temas para todo el año. Hoy solo da para tres columnas, aunque más selectas. Mucho mejor así. La Fundación Abanca y El Corte Inglés me invitaron a asistir en la capital a la entrega del premio Julio Camba, gallego maestro del columnismo. Y para allá me fui, en Ave. Como llegué con tiempo quedé con el leonés Demetrio Fernández, quien días atrás estuvo en la inauguración de la muestra homenaje a Havel, en el Congreso de los Diputados, con el que coincidió en sus años checos. Eso ya se merece por sí solo una columna. Luego, antes de entrar al acto, le escribí un correo a José María Merino: «Mañana nos vemos en León, en la presentación de tu libro». Pero Madrid es pañuelo leonés. Allí estaba él, con Aparicio y Amancio Prada. Nos hicimos foto leonesa, con Miguel Ángel Escotet e Isaac González Toribio. El prestigioso premio, que celebra su 40 aniversario, lo ganó Cristina Sánchez- Andrade, con «En las manos de Dios». En el almuerzo, me enteré de que Rajoy saca libro de memorias. Informó también un comensal: «La mejor novela del siglo XX no la ha leído casi nadie, pese a que la escribió una de las personas más famosas del mundo: Silvester Stallone». Mi memoria de elefante leonés la recordaba: «No la he leído, pero vi la película que él mismo dirigió e interpretó sobre ella: La cocina del infierno. El comensal encajó mi gancho cinéfilo. Rocky lo habría considerado combate nulo. Gran velada, da para columna.
Pude hablar con Carmen Posadas de una visita que le hizo a Vela Zanetti. Se emocionó cuando recordé la carta que el pintor remitió a Mariano Rubio, cuando estaba siendo linchado. Otra columna.
Ya de nuevo en el tren, en frente mía se sentaron dos damas. Una de ellas, la mujer del entrenador Manuel Cadenas, portaba una enorme pantalla de lámpara. Nadie protestó, hoy puedes ser tú quien transporte un elefante. A mi lado, iba un fortachón que parecía venir de un casting para el nuevo Bond. No menos de un 1,90. Al llegar, me puse por error su abrigo, del mismo color que el mío, aunque seamos de tallas antagónicas. Nos hizo gracia. Y así terminó el viaje y concluye este Al Trasluz «sobre casi todo», que tituló el gran Camba un libro suyo.