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Laurita, además, hizo de auxiliar de redacción de 1974 al 76. Hablo de mi madre, que si tenía poca tarea, le tocó atender a menudo el teléfono de la delegación del diario  Pueblo  que, mira por dónde, estaba en su casa, desfilando allí cada día con su tarea dos periodistas y un fotógrafo, plantilla del  Pueblo León  que dirigí hasta el 78. Entonces vivía con mis padres y allí cayó aquel invento de edición regional que ideó Emilio Romero y asentó Luis Ángel de la Viuda. Como el teléfono de casa era el oficial en la mancheta del periódico, a Laurita le cayó atenderlo y anotar recados si yo no estaba; y si lo cogía Porfirio:  Lauri, ponte, que es para tu hijo , activada la secretaria. ¿Le pagó alguien? Pagaba ella; y si alguno se quedaba un rato, nos traía café o refrigerio a aquella sala de estar convertida en dormitorio y redacción (heroico periodismo a pedales) siempre atufada de humo:  abrid la ventana, que esto parece la cocina de curar .

Esas atenciones eran a veces de hospedaje y comida, como cuando llamó Andrés Aberasturi -mi jefe en Madrid- para que atendiera a un colega del periódico que volvía de Asturias; era Arturo Pérez Reverte, ya intrépido reportero, que pudo comprobar la excelencia culinaria de «Casa Laurita» y la amena sobremesa con mis padres (acompañándole después, fisgué su guantera del coche y...  ¡ostrás, Arturo, ¿y este pedazo pistola!? ...  bah, es de gas , me dijo, pero acojonaba lo real que era...  ¡Arturo, que te pierdes! ). En fin, en ese tiempo aquella casa era el Paseo de las Negrillas. Pero hubo una llamada que jamás perdoné a su autor, el gobernador civil, Paco Laína, postrimerías de Franco y lo suyo:  ¿Está Pedro?  (nos invitaba a Chencho y a mí a acompañarle en viajes o saraos)...  hola, don Francisco, pues ha salido , dijo mi madre...  pues vaya diciéndole que le hemos abierto un expediente de destierro , y colgó (lo que escribía yo de la central nuclear de Valencia de Don Juan le enfurecía); y casi cayó desmayada Laurita, tardó tiempo en reponerse (ya había penado lo suyo con otros dos procesos judiciales que sufrí). Y no hubo tal, fue la baladronada chula de un cabrón.