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Venecia se hunde, devorada por el mar. El acqua alta llena la plaza de San Marcos, humedece los suelos, las paredes, los cimientos de la ciudad de navegantes y mercaderes. Pero los turistas no dejan de comprar en Louis Vuitton (icónica la foto de una mujer con el agua hasta las rodillas y las bolsas de la compra en alto). Y el ambicioso proyecto para salvar a la república del mar; diques y compuertas que deberían amortiguar el impacto de las mareas, cada vez más frecuentes en este siglo del cambio climático, todavía no es una realidad porque ha chocado contra el muro de la corrupción, el mal endémico que ha retrasado los plazos y elevado la inversión.  

El Mar Menor está muerto. Y el Mediterráneo va camino de convertirse en un estercolero. Ya es un cementerio de inmigrantes ahogados. Nuestra vergüenza.  

Los glaciares desaparecen, como fantasmas en la nieve. En la India tienen un grave problema con el agua. La cuenca del Amazonas galopa hacia el desastre de la deforestación desde que a Brasil lo gobierna Bolsonaro. Y de África, en ningún otra parte como allí la corrupción es sinónimo de pobreza, mejor no hablamos.  

Hay países industriales que se niegan a reducir sus emisiones contaminantes, que dejan para otros la lucha contra el aumento de las temperaturas y la subida del nivel del mar. Con Trump en la Casa Blanca, con Putin en la falsa democracia rusa, y con China, que no ha dejado de ser una dictadura, convertida en prestamista de las grandes economías capitalistas, el panorama no es muy alentador.  

Mientras tanto, Madrid y Pontevedra compiten por ser la ciudad mejor iluminada de la Navidad. Los mandatarios extranjeros que están a punto de llegar a España para participar en la cumbre del cambio climático —iba a ser en Chile, pero la protesta contra las desigualdades sociales se ha vuelto tan virulenta que ha provocado su traslado— se encontrarán con calles deslumbrantes en la capital, gigantescas bolas luminosas, hilos de luz, ríos de oro. Y tienen tanto de qué hablar todos ellos, tantas decisiones que tomar, que no estaría mal que en un descanso de la conferencia internacional el fantasma de las Navidades futuras se les apareciera en un fogonazo y les enseñara el mundo del mañana. El mundo que nos espera si no hacemos algo.