EDITORIAL | Cantidades inasumibles y retos pendientes
En pleno debate de la Cumbre del Clima y con las nuevas legislaciones europeas que pretenden poner coto a la sinrazón del uso masivo de materiales desechables, los datos del plástico que los leoneses envían a la basura resultan alarmantes. Y no sólo por la enorme cantidad de materiales que permanecerán durante siglos como basura en el planeta, porque no son degradables y tardan cientos de años en desaparecer; sino por la evidencia de que la cultura del reciclaje está aún muy lejos de formar parte del día a día de la mayor parte de los ciudadanos.
Los innumerables mensajes de alerta que bombardean cada día no parecen razón suficiente para tomarse la molestia de hacer el sencillo gesto de separar las basuras. Y las advertencias sobre la saturación de desperdicios indestructibles que asfixia al planeta tampoco animan de momento a la mayoría de los consumidores a rechazar una oferta de alimentos y productos que llegan a sus manos aderezados con un envoltorio de materiales contaminantes que se van directamente a la basura, y no cumplen ninguna función que no pueda ser reemplazada alternativas más razonables.
Cada día de consumo mundial (también de los leoneses) es una carga que el medio ambiente no puede ya soportar, especialmente en la utilización masiva de plásticos. Que, sin embargo, siguen formando parte de una rutina de consumo que los ciudadanos no saben o no están dispuestos a cambiar. El empleo de alternativas de almacenaje y el rechazo a los plásticos que a cada momento se ofrecen a los consumidores es una decisión personal. La que pone en marcha la rueda que requiere el cambio necesario.