La belleza de lo imperfecto
Existe un nuevo totalitarismo que quiere imponer un pensamiento único. Lo abarca todo. Desde la cultura, a la religión, pasando por la filosofía, el estilo de vida o hasta la belleza. Ya lo he dicho en otras ocasiones, si quieres ‘pertenecer’ tienes que someterte al pensamiento global, que nos dicta unas premisas claras sobre cómo debemos comportarnos en los distintos ámbitos de nuestra vida. Parece que todo está escrito y si uno se marca como objetivo no ser el raro de turno, tiene todo bien indicado para no salirse de lo que se considera conveniente. Nada nuevo.
El caso es que vuelvo a lo mismo tras toparme este puente con un articulo de belleza en el que se pone de manifiesto que lo artificial manda ahora más que nunca. Puedo pasarme mucho rato mirando los detalles de esas caras extrañas que tienen algunas famosas mientras alucino con que alguien sea capaz de desnaturalizarse de esa manera. ¿Dónde ha quedado la belleza de lo imperfecto? Las producciones en serie tienden a mermar lo bonito. Dejan todo igual, sin los detalles que convierten a cada uno en algo único. ¿Qué más da que alguien o algo sea o no perfecto cuando es auténtico?
Asegura la cómica norteamericana Tina Fey —que también es actriz, escritora, guionista y productora— que «ahora se espera que una mujer tenga los ojos azules de una caucásica, los voluminosos labios de una hispana, naricita de botón, la piel sin vello de una asiática con el bronceado de una californiana, el culo de una bailarina jamaicana, las piernas larguísimas de una sueca, los pies diminutos de una japonesa, el abdomen de la dueña de un gimnasio, las caderas de un niño de nueve años, los brazos de Michelle Obama y las tetas de una muñeca». ¿No les resulta agotador? Porque sólo con repetirlo se queda uno sin aliento.
Me viene a la cabeza Kim Kardashian, una mujer de curvas imposibles que se ha convertido en el ejemplo estético a seguir y cuya imagen está tan alejada de lo natural. Un cuerpo esculpido a golpe de bisturí cuyos movimientos parecen estar perfectamente estudiados y en los que nada queda al antojo de la casualidad. Y dicen que hay chicas que acuden a las consultas de estética con una foto suya para que las dejen, por lo menos, parecidas. De locos.