Los ratones de Vox
Un diputado de Vox ha puesto en marcha el esquema mental de Goebbels con los hijos de las familias monomarentales. Les llamó conejos y se negó a retractarse. «Es lo que pienso», dijo con la satisfacción del faltoso.
M aus es una nóvela gráfica sobre el Holocausto que hizo historia al ganar el premio Pulitzer en 1992. Sólo el título es una obra maestra. Alumbrado con dos palabras que tras la Segunda Guerra Mundial se oscurecieron con los nuevos significados que Hitler les confirió, nace de la unión de ratón (mouse en inglés) y Auschwitz, el campo de concentración en el que se desarrolla la obra. Aludir al genocidio nazi para tratar de explicar comportamientos contemporáneos es siempre una manera de banalizar el horror. Soy consciente, pero el uso del lenguaje nunca es inocente. Siempre implica una intencionalidad muy clara. Por eso no hay nada que nos defina mejor que los significados que damos al léxico. Las palabras son las chivatas de las tonalidades que la sociedad adquiere con el tiempo. No hay traje que nos desnude con más exactitud como moradores de una ideología, una religión, una cultura, un momento de la historia, un instante vital... Somos lo que decimos y lo que no nos atrevemos a nombrar.
Los nazis sabían que para que la sociedad alemana no se sintiera culpable por el Holocausto debían asimilar a los judíos a una plaga, animalizarles, convertirles en una especie subhumana, untermensch . Para ello comenzaron a definirles como ratas, portadores de la peste. De ahí Maus , en la que Spiegelman convirtió a sus padres y su hermano asesinado en ratones, a los polacos en cerdos, a los alemanes en gatos... No hay nada como aferrarte al insulto de los intolerantes para hacerles frente.
Un diputado de Vox ha puesto en marcha el esquema mental de Goebbels con los hijos de las familias monomarentales. Les llamó conejos y se negó a retractarse. «Es lo que pienso», dijo con la satisfacción del faltoso. Hay que felicitarse de que la barbarie sufra lapsus linguae y diga lo que piensa, como que hay niños que excavan en la tierra, niños que invaden el hábitat y transmiten enfermedades. Dependiendo de quiénes sean tus padres, tu nivel de renta, tu cultura, tu raza, tu religión, tu dirección, tu ocupación... surge el estigma y la bula para negar derechos. Así se empieza.